Ponerse en los zapatos del otro’, es un adagio popular que nos invita a hacer una pausa y reflexionar, viendo las situaciones desde una perspectiva más allá de la personal. Este dicho lo podemos aplicar a una disyuntiva histórica que se presenta en la capital vallecaucana y Los Farallones de Cali, relacionada con la minería ilegal.

“Pasa que la gente juzga mucho a los mineros; que simplemente son dañinos, les gusta lo fácil, que son lo peor. Pero pasa y resulta que esta ha sido una zona olvidada, en la cual las oportunidades son limitadas y acá hay potencial”. Así se expresa Edgar Sánchez, un exminero que desde 2016 presta sus servicios como guardabosque al Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente-Dagma.

Al igual que él, cinco personas más del sector de Peñas Blancas y Los Andes, quienes tenían labores relacionadas con la minería, vienen trabajando con la autoridad ambiental distrital protegiendo los bosques, como una manera de resarcir el daño causado al ecosistema.

Anuncio

“Pienso que era una labor, que uno sin pensarlo hacía daño o colaboraba haciendo daño. Ahora he aprendido mucho a valorar la naturaleza, todo lo que tenemos alrededor y es como compensar todo ese daño que se hizo”, afirma Diego Édison Guzmán, quien se dedicaba a la arriería subiendo insumos a las minas.

Gerson Herrera, otro exminero, opina: “obviamente uno es consciente que la minería es algo perjudicial para el medio ambiente, sobre todo donde estábamos ubicados, en el nacimiento del río Cali; pero la necesidad, uno tiene familia y tiene que solucionar el sustento”.

“Tenía 20 años cuando empecé y duré como cinco en el medio. Ahí perdió la vida un hermano y después, una vez que vine a Cali a vender el oro, me pegaron un tiro por robarme. Me partí el fémur izquierdo y estuve como dos años sin poder trabajar”, relata Jhon Matabanchoy, quien ahora agradece la oportunidad laboral que le permite dar el sustento a su familia.

En 2011, el alcalde de esa época era Jorge Iván Ospina, quien ordenó el cierre administrativo y físico de las minas para proteger el medio ambiente. En 2015 se generó un plan de choque, buscando abrirle posibilidades económicas a la gente de la región. Y fue allí cuando se adquirió un compromiso por parte del Dagma y Parques Nacionales, abriendo cupos laborales a quienes venían trabajando en las minas.

“Ha significado mucho para mi ver el crecimiento de estas cinco personas que entraron a trabajar con nosotros, algunos sin terminar bachillerato, a otros les daba pena contar sus experiencias. Hoy verlos es un orgullo. La idea es que el proceso se mantenga y podamos ampliarlo”, manifiesta Mónica Londoño, coordinadora del grupo de Conservación de Ecosistemas del Dagma.

Vale la pena mencionar que en el proceso de la minería no solo había hombres, también mujeres como Nelly Bermúdez Rivera, quien era una de las encargadas de la cocina. Actualmente pasa sus días protegiendo la tierra que alguna vez, indirectamente, lastimó.

“El trabajo que hacemos es de recorridos, mantenimiento en los predios, mirar que la gente no esté destruyendo ni haciéndole daño a los animalitos, porque es lo que más vemos”, relata con satisfacción esta mujer fuerte y valiente.

En la actualidad, estos guardabosques tienen como eje de sus labores los predios de conservación y el Centro Integrado de la Ruralidad-CIR ‘El Arbolito’, que se terminó de construir en el segundo semestre de 2022.

Este espacio cuenta con dos infraestructuras base sobre la Vuelta de Occidente, que de Cali conduce a Los Andes, Pichindé y La Leonera. Uno de los edificios será aula ambiental y el otro lo ocupará la Policía de Carabineros para temas de control.

“Al respecto de ‘El Arbolito’ se especula, se dice que es un puesto donde van a apretar más a la comunidad. Yo lo veo como un respaldo de seguridad y otro punto de educación. Lo que tenemos en el CIR institucional es un escenario para que la comunidad en general dialogue y se presenten espacios de conocimiento para concertar y que nos capacitemos. Lo veo como una buena oportunidad”, opina Edgar Sánchez.

Y es que salvaguardar los ecosistemas es una labor que se debe desarrollar articuladamente entre instituciones gubernamentales, autoridades y comunidad. Al respecto, Sánchez hace un llamado: “Quisiera que lo vieran de otra manera las entidades y pudieran hacer alguna intervención, dando más trabajo y capacitaciones a la gente que realmente quiere cambiar”.

Conciencia ambiental y oportunidades es la llave para apagar ‘la fiebre del oro’ y, de esa manera, proteger el agua que nace en Los Farallones, los bosques y la vida.