Los quinientos «guardias indígenas», con sus bastones, capuchas, banderas y quién sabe qué otras cosas más, se tomaron la plaza de Bolívar y sitiaron al Congreso, para que aprueben las reformas del gobierno.
Nadie los puede esculcar para saber qué llevan en sus mochilas; no se les puede identificar. Tienen derecho de defecar donde les parezca, es decir son intocables.
Dice la Constitución Nacional de la República de Colombia que, las autoridades indígenas lo son dentro de sus territorios o resguardos, establecidos conforme la ley. Que se sepa, ni la carrera séptima de Bogotá, ni la Plaza de Bolívar, son resguardos indígenas.
Se dirá que no están haciendo nada malo, con sus palos y capuchas; que solo marchan y gritan. ¿Qué pasaría si unos Congresistas o un partido político o, unos ciudadanos libres de cualquier causa política, resuelvan uniformarse, llevar unos palos en sus manos, taparse la cara con pañoletas y aparecer marchando hacia la Plaza de Bolívar y se tomaran las entradas del Capitolio? ¿Los dejarían? ¿Los identificarían? ¿Les quitarían los palos? ¿Llamarían al SMAT? ¿Los apresarían por perturbación del funcionamiento del Congreso?
Ya sabemos la respuesta; se parte del principio de que, el resto de los Colombianos que, solo tenemos un mestizaje indígena, no tenemos los mismos derechos iguales a los que tienen «Guardia Indígena» y, que, no somos capaces de salir 500, disfrazados, a proteger nuestras convicciones e ideales.
El miedo de la gran mayoría se usa en su contra, porque se parte de su cobardía. Por eso triunfan la minorías, porque saben utilizar el miedo de las mayorías. Esa es una de las razones de no dejarse identificar, para no ser sometidos al juzgamiento colectivo, al que le temen inmensamente las mayorías.
No me quiero imaginar lo que le dirían al negrito «títere» de Polo, si se llevara 500 partidarios con sus palos a la plaza de Bolívar, para que lo defendieran; o la guardia de los amigos de usar gel capilar, del «peinadito» David Luna, saliendo a la calle bien uniformados, con palos y peinados con lechuga (así se llamaba la gel capilar en mis tiempos), a defender a los engominados del Congreso. Dirían que son métodos fascistas, cuando lo que hace la guardia indígena, es lo mismo de fascista.
Por fortuna no va a pasar eso; lo pongo como ejemplo, para explicar lo inconstitucional y perjudicial para la democracia Colombiana, lo que está haciendo el actual gobierno, al andar jugando las guardias indígenas, cada vez que quiere mostrar apoyo popular. Quien tiene rabo de paja, no se arrima a la candela.
Ñapa: Me encanta la visita de los Presidentes y sus esposas a los reyes de España; sale a relucir el humor ácido de los Colombianos. Los vestidos de la primeras damas, los zapatos de la ministra, etc., son objeto de todo tipo de humor.
Los presidentes y sus esposas deberían visitar un rey, cada mes, para darnos con qué gozar.
Ñapita: Me gustó el movimiento de masas de Doña Vero y los tenis de la MinMinas; son damas singulares de este país tropical.