Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal
En Antioquia, tierra de narradores desde Emiro Kastos hasta Fernando Vallejo, desde Carrasquilla hasta Mejía Vallejo siguen apareciendo nuevos narradores.
Curiosamente por estos días han aparecido dos muestras de ellos y ambos enfocados principalmente a exaltar las leyendas de las brujerías.
El primero de un autor reconocido, John Saldarriaga titulado ,”No hay vileza sin dulzura” si bien es un libro de cuentos de una época más juvenil del autor, que ya nos había deleitado con la estupenda novela “Juana la enterradora”, macera el relato en forma desigual pero en un alto grado de parroquialismo en casi todos los 9 cuentos.
Dos de ellos, ”La bruja del espejo” y “La visita”, de una bruja obviamente, relampaguean la calidad del narrador y entusiasman en su lectura.
El segundo de ellos “Alma Bruja” de David Estrada Moncada, de quien nunca habíamos leído otro texto, es una novela corta, de estilo decimonónico, estructurada como Azorin montaba sus novelas, con protagonista y agonista, pero narrada en forma tan primitivista que termina siendo una contradanza con sabor paisa y ,sobre todo, con esa gracia antioqueña para echar el cuento.
El curtido Saldarriaga y el novel Estrada mantienen la llama literaria con sus modestos pero a la larga muy fundamentales aportes editoriales de Antioquia para Colombia. Leerlos gratifica por la sencillez de ambos.
Y encontrarse con el brujo oficialmente establecido en el mundo campesino de Estrada resulta siendo tan grato como encontrarse con las brujas de Saldarriaga, que hasta son capaces de desaparecer en medio del relato porque lo más seguro es que montaron en una escoba.