Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal
La pregunta que muchos se hacen sobre cómo terminará la guerra de Ucrania y cómo será la Rusia que salga de ella, es muy pesimista.
Quizás al final el balance no sea nada bueno para ninguno de los dos países, ni para el mundo. Y para Orlando Figues, historiador británico ,nacionalizado alemán, es una guerra innecesaria, nacida de los mitos y las lecturas torticeras que hace Putin de lo vivido en su país.
Mucho más cuando se termina de leer esta historia veloz de 400 páginas sobre ese gigantesco y muy desconocido territorio y uno alcanza a entender que en la patria de los zares siempre han querido tener un zar ,o alguien que haga sus veces, como lo es Putin.
Solo así, conociendo su pasado, puede entenderse que Rusia repetirá una vez más su historia, volverá a estar protegida u olvidada en su aislamiento y siempre estará alimentada por mitos que hicieron posible la Rus de Kiev, como foco fundador de lo que llegaría a ser un imperio.
El éxito de este libro es entonces que parte de una verdad de puño: para entender a Rusia y a los rusos hay que comprender su pasado. Y para poder ser objetivos frente a esta guerra de Putin contra Ucrania hay que valorar el uso que desde el Kremlim se ha dado a la historia y a los mitos.
Solo así, entendiendo las raíces vikingas, el fundamento primigenio de Kiev y de Ucrania y poniendo en sus justas proporciones a zares mas recordados por su maldad como Iván el Terrible , Pedro el grande o Stalin, podrá si no darse un veredicto justo, si al menos entender su evolución.
Rusia es un país hecho sobre los cadalsos donde fusilaron o cortaron las cabezas de sus zares , de sus hijos y de sus herederos, de sus ministros y de millones y millones de siervos y campesinos oprimidos o esclavizados, de soldados o de obreros llevados a guerras sucesivas que siempre tuvieron como única verdad para morir: la fe en la madre patria, en la madre Rusia.
Leer este libro entonces bajo la presión de los acontecimientos que hoy se viven puede resultar inconveniente, pero no leerlo ante la magnitud de lo que todos tememos que puede pasar, sería un absurdo tan grande como creer que los rusos van a dejar de ser rusos.