Gardeazabal

Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal

Tuluá, enero de 1953.Todavía tocaban las campanas de San Bartolomé como debieron haber sonado en todas las iglesias de Colombia.

Ese día, monseñor Crisanto Luque era nombrado cardenal. El primer colombiano en toda su historia de este país, entonces tan pero tan católico, hecho a través de los siglos a imagen y semejanza de la iglesia católica española o por reacciones anticlericales que no lograron hacerlo girar en su momento. El domingo pasado el papa hizo público el nombramiento como cardenal de Luis José Rueda, arzobispo de Bogotá, pero en ninguna iglesia repicaron las campanas.

Anuncio

Quizás es un obispo bastante opaco, que no ha brillado públicamente ni por lo que piensa ni por lo que hace, pero que debe tener una gracia y una sabiduría ocultas que les ha permitido a las autoridades vaticanas apoyarle en su vertiginosa carrera.

Monseñor Rueda fue cura en 1989 en su natal Santander. Se especializó en la Escuela Alfonsina en Roma, donde dicen que hizo los poderosos nexos que lo han catapultado.

Llegó a ser obispo de Montelíbano en Córdoba cuando cumplió 49 años en el 2012 y ya había sido cura párroco en varios pueblos de su departamento como Albania, Mogotes, Pinchote y Barichara,localidad esta última que le permitió conocer a la oligarquía bogotana que allí se refugia por temporadas.

En marzo del 2018 fue nombrado arzobispo de Popayán y vertiginosamente, en el 2020, fue elevado al arzobispado de Bogotá y a ejercer como primado de Colombia. El domingo, tres años tan solo después, fue ascendido al cardenalato.

Lo he seguido porque desde hace unos meses nos hace llegar a comentaristas de opinión su homilía diaria vía wasap y youtube, lo que me generó curiosidad aunque no mucha profundidad porque algunas que he oído repiten en demasía las nociones anacrónicas del sufrimiento, la prueba y la valentía como elementos para afrontar la vida. Pero opaco y vertiginoso es cardenal así no toquen ya las campanas para expresar alborozo.