Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal
Ya lo vivimos con Samper y nos fue muy mal. Repetirlo sería una estupidez tanto de los gobernantes como de la dirigencia nacional.
El país no se va acabar porque a Petro y a Francia les hagan un juicio electoral para anularles su elección. Mientras eso sucede es al país al que pueden desinflar si el juicio se demora, si las pruebas van a salir a cuentagotas o si magistrados o senadores salen a feriar sus votos.
También sabemos ya, y deberíamos comenzar a tratar de modificarlo, es que desde el mismo momento en que el hijo del presidente se metió en el lio en que está , el país comenzó a paralizarse. Los temas de gobierno ya no se discuten. La esperanza del cambio prometido ha quedado esclavizada a un proceso altisonante.
Los colaboradores del gobernante son los primeros en desanimarse. La convocatoria a la calle para defender o acusar al presidente se traspapela por las elecciones que tendremos el 29 de octubre.
Pero esperar el fallo de las urnas, cualquiera que él sea, es ponerle fecha a la agonía de un régimen.Y, mientras tanto, todo lo que tenga que ver con la marcha del estado se paraliza y el contagio de la inactividad terminará por subsumirnos. La propuesta para evitar ese estado de cosas es reorganizar el gobierno, cambiarle de mapa y buscarle otros destinos. El expresidente Gaviria ya lo dijo, debemos hacer toda clase de esfuerzos para que Petro termine su mandato. Por supuesto eso no será posible mientras los enemigos de Petro insistan que hay necesidad de derrotarlo.
Tampoco si Petro y los petristas se niegan a entender que el presidente ha quedado como el pajarito de twitter, con una ala herida y el pico resquebrajado.
Convocar al pueblo para volver milicianos petristas, defensores ciegos de su líder, a los grupos alzados en armas, es una solución que no está lejos de la vanidad de Petro. Pero armaría el escaparate de la guerra civil. O ,como siempre,puede pasar de todo y finalmente no pase nada.