Gardeazabal

Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal

Acostumbrados como estamos los colombianos a que los plazos que los constructores ponen no se cumplen o se dilatan sin que nadie proteste, muchos debieron haberse reído cuando el presidente de Odinsa, la empresa propietaria de la concesión Autopistas del Café, nos dijo hace unos meses a los colombianos que el puente del Alambrado, que se había volteado con una tractomula que lo averió, estaría restablecido para el 13 de octubre.

El país no cree en promesas de políticos ni en plazos de ingenieros. Pero mañana, si no se presenta ningún inconveniente de última hora, el puente estará nuevamente en servicio.

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Las circunstancias vividas alrededor de su caída más las sospechas que provocó el silencio que guardaron las autoridades, el gerente de la concesión y la Policía Nacional, pues murieron dos de sus miembros en el carrusel que se precipitó al rio La Vieja, agriaron el panorama.

Las fallas protuberantes de la gerencia de Autopistas del Café, equivocando procedimientos o provocando intervenciones absurdas de unos abogados para que pelearan con los más connotados dirigentes pereiranos, me llevaron a sendas protestas vehementes.

A ellas salieron con espíritu cívico y deseo conciliatorio tanto el presidente de Odinsa como el presidente de Argos, empresa propietaria del consorcio, quienes como demostración de voluntades suspendieron la actitud agresiva contra los ingeniosos que montaron el planchón para solucionar temporalmente la crisis de trasporte.

Luego de ello convoqué a mi casa a los dos presidentes, así como a los representantes conspicuos de Pereira y Armenia y en un diálogo que patrociné con entusiasmo se supieron detalles, se presentaron excusas y se explicó lo que hasta entonces se sabía del insuceso y, en especial, la promesa que el puente se abriría mañana.

Si así se pudieran arreglar los problemas de este país, conversando racionalmente, seguro que saldríamos adelante de las tantas crisis absurdas que presenciamos .