Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal
Si algo tenía Medellín era su Fiesta del Libro. Todos los primeros dias de septiembre, durante muchos años, la capital paisa convocaba a escritores y lectores a estarse dos semanas conversando de libros ,viendo libros nuevos o antiguos, pero sobre todo tomando conciencia de que, por encima del apetito antioqueño por el dinero y los negocios, las ideas tenían su espacio y había quien las pregonara.
Yo recuerdo haber asistido a muchas de ellas como conferencista ,como partícipe de diálogos picantes o como simple visitante. Todavía se encuentra en you tube,y con muchas visitas, una conversación que en una Fiesta del Libro de Medellín sostuve con Jaime Baily.
Participar en ella imprimía carácter. Y como se diferenciaba radicalmente de la Feria del Libro de Bogotá porque en la capital antioqueña no se cobraba por la entrada y la noción de puertas abiertas contagiaba a los miles de asistentes, ese evento cada vez fue más nutrido. Hasta hace 4 años, cuando eligieron al nunca bien juzgado alcalde Quintero, y la Fiesta, como el Jardín Botánico, como el verde de las avenidas y sardineles, comenzaron a secarse.
Este año acaban de comunicarnos que la mataron del todo porque a estas horas de noviembre no les han pagado ni a los escritores que actuaron como conferencistas o panelistas y tampoco a quienes sirvieron de moderadores de las charlas o conversatorios. Y como ese gremio intelectual tiene una capacidad chísmica o una lengua viperina, el cuento está regado en todos los cenáculos literarios de Colombia, Estados Unidos, América Latina y Europa desde donde ya me han escrito protestando.
A Medellín le han endilgado muchos calificativos, pero nunca le habían dicho que es una mala paga. Lo grave es que el nuevo alcalde no es amigo de los libros y dizque anda putísimo conmigo porque le pedí públicamente la semana pasada que leyera algunos libritos para que gobernara mejor.