Por: Mariela Díaz Romero

El pasado sábado 11 de noviembre se celebró en España un día dedicado a las librerías. A pesar del carácter comercial, estos espacios han trascendido la simple compra-venta para erigirse en lugares de sabio intercambio cultural.

Dice la escritora española Julia Navarro que “no hay mayor aventura que abrir las páginas de un libro”. Y eso es justamente lo que invita el entrar en una librería.
Empecé a ser lectora cuando era una niña de 10 años y un día recibí como regalo de cumpleaños, “20.000 leguas de viaje submarino”, de Julio Verne. Mi aventura con la lectura empezó entonces con el Capitán Nemo pero luego vendrían muchas más. “El Diario de Ana Frank” fue uno de esos libros que marcó el paso de la infancia a la adolescencia.

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En “El Regalo de leer”, un libro digital de Marco Escobar, el escritor Noah Gordon recuerda que cuando tenía cinco o seis años su hermana Dorothy lo llevó a una biblioteca pública. En ese entonces, Estados Unidos estaba atravesando una larga depresión económica y la familia “no tenía dinero para viajes ni vacaciones, pero gozábamos de excelentes bibliotecas”. Gordon relata que los libros que allí encontró cambiaron para siempre su vida: “Transformaron mi entorno gris en un lugar colorido y emocionante”.

Así como las bibliotecas pueden cumplir esta misión, las librerías acercan a los lectores a innumerables recursos que hacen de la lectura un viaje especial, la posibilidad de descubrir historias parecidas a la propia vida, o aquellas muy diferentes para convertir aburridos momentos en aventuras memorables.
Las librerías han sido puertas que se abrieron para darme conocimiento, alegría, nuevos horizontes, aventuras por descubrir.
Como agrega Julia Navarro: “Leer es aprender, soñar, viajar, reflexionar, sentir, vivir”.
Algo así le pasó a la escritora súper ventas Megan Maxwell, que asegura: “Leer para mí es vivir otras vidas, aprender de otros mundos, viajar, conocer nuevas historias y no quiero obviar que también es desconexión y evasión”.

Esta afirmación la comparte de algún modo, Matilde Asensi, la autora de, entre otras novelas, “El último catón” y “Sakura”. Ella dice que cuando toma un libro entre sus manos, “el mundo desaparece, me dejo atrapar por las palabras y las ideas de quien lo escribió y permito que esas palabras y esas ideas me alimenten, me enseñen, me entretengan y me enriquezcan”.
Es difícil concebir un mundo sin libros. Y por supuesto sin librerías.

Si bien el apellido Gutenberg resuena cuando se refiere a la creación del primer libro, se podría decir que fue el invento de la imprenta un hecho que ayudó a democratizar el libro, pero el papiro fue el soporte en el que se escribió la escritura jeroglífica de los egipcios.

De modo que desde esos remotos tiempos el libro fue el conductor del saber y de experiencias transformadoras de vida.
Para muchos que no han experimentado el acto de la lectura, pareciera que leer los reduce a la soledad. Sin embargo, cuando conocemos lo que viven otros lectores es posible afirmar que ya sea en la propia lengua o en traducciones, la lectura es siempre un regalo sublime de la existencia.
Es cierto que en la contemporaneidad se ha trascendido el papel para leer en otros formatos. Básicamente en pantallas que van desde las de cualquier computadora u ordenador, hasta las de las tablets y los teléfonos móviles.
Cada lector podrá satisfacer su necesidad en el formato que más le convenga.

La gran mayoría afirma rendirse ante las páginas nuevas de un ejemplar recién publicado, y no es menos cierto que en un dispositivo portátil ya sea ebook o un celular o teléfono móvil, caben todas las bibliotecas del mundo.
Entonces, aunque el lector no pueda llevar muchos ejemplares consigo, si lleva una tablet o un ebook jamás se sentirá solo.
Las librerías en este aspecto también han evolucionado.
Si bien siguen siendo recintos con encanto, por sus baldas llenas de libros nuevos o usados, también se han transformado en comercios electrónicos que dan a los lectores la posibilidad de descargar libros directamente en sus dispositivos móviles o tablets.
La transacción resulta ser tan sencilla como digitar una clave secreta.

Los libros navegan, entonces, allende los mares.
Para quien está en un lugar de difícil acceso, tener la posibilidad de leer alguna novedad literaria en formato digital siempre será un acierto.

Siempre será una fiesta la posibilidad de que los libros trasciendan las fronteras.
Miguel de Unamuno no se equivocó cuando dijo: “Leer, leer, leer, vivir la vida que otros soñaron. Leer, leer, leer, el alma olvida las cosas que pasaron. Se quedan las que quedan, las ficciones, las flores de la pluma, las solas, las humanas creaciones, el poso de la espuma. Leer, leer, leer; ¿seré lectura mañana también yo? ¿Seré mi creador, mi criatura, seré lo que pasó?”.