Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal
Al mismo tiempo, desde dos puntos de vista diferentes, el fantasma de la cocaína ha vuelto a aparecer buscando ,sin duda alguna, renovar la persecución norteamericana a la droga que fue bendita mientras la consumieron los incas por siglos y hasta médicos como Freud y se volvió maldita cuando la cultivaron y exportaron los colombianos.
El País de Madrid, que hace 10 meses anunció la crisis del precio de la hoja de coca en los extensos sembradíos colombianos, vuelve ahora ,en un artículo abundante en datos pero contradictorio en su contenido a plantear la paradoja del giro que los empresarios de la cocaína, es decir los compradores internacionales, le están dando a su producción, abandonando la colombiana y yéndose a otros países, desde Belice hasta el Ecuador y Perú.
Son muchos los factores para ese giro, pero se traslucen dos conclusiones, una, que la división en tantos grupitos guerrilleros enfrentados cuidando sus inversiones cocaleras ha dañado el negocio y otra que, como siempre, los grandes perdedores serán los campesinos colombianos, víctimas finales de todas las bonanzas.
Al mismo tiempo, desde Washinton, donde ha sido por décadas corresponsal de El Tiempo el señor Gómez Masseri, nos informa que el número de muertos por el uso exagerado de la cocaína en USA ha aumentado en los últimos años, lo que creíamos disminuido al extremo por el uso del fentanilo.
Tanto que hasta el mismo Biden lo dijo más de una vez y las medidas gubernamentales gringas se fueron contra los opioides, abandonando de alguna manera la persecución a la cocaína. Curioso e intrigante enfrentamiento de criterios, teniendo como cortina de fondo el negocio que se mueve detrás de ambos productos.
Pero muy coincidente también con la llegada a USA de Xi Pi, emperador de la China, gran productor de fentanilo. Limitémonos a registrarlo antes que hasta Petro termine encabezando la nueva persecución a las matas de coca y a quienes la cultivan.