El Pariente Bien Colocado
Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Mi abuela Natalia, una señora demasiado blanca, de baja estatura ,con unos inolvidables ojos muy azules nació, se crió, se casó, enviudó y se volvió a casar en las breñas de El Porce, entre el desaparecido Malabrigo y el hoy pujante municipio de Guadalupe en el nordeste antioqueño.
Su recuerdo ha resultado eterno para sus descendientes aunque solo salió de su terruño ya al final de la vida, cuando la conocimos viviendo sus últimos años en una barriada incipiente de Medellín ,habitada en su gran mayoría por la colonia de sus coterráneos pueblerinos.
Para mí, su nieto distante, doña Natalia fue un abrebocas a la fantasía de un territorio que no me impregnó sino con la leyenda viva de gentes como ella. No conozco pues a la gran mayoría de sus descendientes ni a los de su segundo esposo, don Pablo ,pero por estos días, cuando leí y vi unas declaraciones del nuevo gerente de EPM, John Maya Salazar y por la fuerte mirada con que apoyaba sus gestos, se me metió que con esos apellidos y aunque decían que había nacido en El Bagre, donde su padre trabajaba con la Golden, algo tenía que ver con mi parentela de Guadalupe.
No estaba equivocado. Hurgando aquí y allá y jugueteando la memoria de las anécdotas que mi padre me contaba de su tierra lejana, me he topado con que el nuevo gerente de EPM es nieto de una hermana de mi abuela Natalia Restrepo Salazar y sobrino de su esposo, mi abuelo Pablo Alvarez Maya, pero en especial que el Quico Salazar que mi padre me puso tantas veces de ejemplo máximo de su reducido mundo de las orillas del Porce, fue el abuelo del nuevo gerente de EPM.
No conozco personalmente al nuevo funcionario y de su trayectoria pública, habiendo ocupando todos los puestos en la máxima entidad de los antioqueños, solo se lo que él mismo dijo. Pero no importa, me basta con convencerme que el pariente bien colocado tiene la tenacidad de los míos, la verraquera de mi abuela y la mirada en lontananza que nunca perdió mi padre.