Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal
Hay un viejo dicho de que tanto va el cántaro a la fuente que de tanto darle al final se rompe. Eso puede aplicarse totalmente al resultado de la encuesta Invamer sobre la opinión de los colombianos frente a la guerra y la paz, y en especial, sobre las negociaciones con los elenos.
El hecho de que el 41 % de las entrevistados quiera la guerra para acabar con las bandas que se han tomado al país, es muy preocupante porque significa que el fracaso de la paz de Santos lo mide el colombiano común como una equivocación de método.
Pero más diciente aún es que el 49% de los entrevistados consideran que no vale la pena seguir negociando con el ELN. Cada caso, empero, debe mirarse con lupa diferente. El de la paz de Santos firmada en La Habana debe entenderse como una falla estructural.
El modelo usado estuvo viciado porque fue exclusivo y excluyente. En primer lugar porque esa paz solo la firmaron los que ya habían terminado su ciclo ( o ya tenían la plata afuera y a salvo) y dejaron por puertas a los que apenas estaban haciendo el negocio y aspiraban a convertirse en igualmente poderosos a los que la firmaron pues apenas estaban consiguiendo el capital que deja la combinación de droga y guerrilla.
En segundo lugar porque el verdadero negocio de la guerra, el de la producción de cocaína, el de la comercialización y el de las rutas de exportación no se tocó ni de frente ni por los laditos en el documento final. En el caso del ELN el asunto es más sencillo pero menos fácil de solucionar.
Al fracaso de la paz de Santos ( que excluyó al ELN) se une la mamadera de gallo de 50 años de los elenos. Su manía de dilatar todo ( como lo hicieron en Maguncia hace 25 años) se ha acentuado y la paz total que planteó el desinflado señor de las gafas a nombre de Petro, en vez de ponerlos frente al problema, les ha dado fuerzas para alargar el chico y ya nadie les cree. Lo grave de todo esto es que el país guerrerista está latente y puede volver.¿Pero con quién ?