Por: Gustavo Alvarez Gardeaazabal
Nos estamos acercando peligrosamente a un enervamiento de las relaciones entre el poder ejecutivo y el judicial y, al mismo tiempo, entre el gobernante y sus gobernados.
La búsqueda insaciable de la oposición por remediar la angustiante situación de desgobierno los ha sacado de los canales razonables para caminar por los de la exageración, construyendo trincheras sobre el chismerío de las elites bogotanas, cuando no racistas, ofensivamente clasistas, hasta volverse a través de las redes y los titulares de sus mensajes como desprestigiados mitómanos. El gobernante no se ha quedado atrás.
Sin llegar a ser declarado paranoico, linda con ese comportamiento sicótico. Ve enemigos en todas partes y consigue hacer aparecer unas diligencias judiciales como parte de un engranaje para tumbarlo.
Ni tanto que queme el santo ni tanto que no lo alumbre. El gobierno Petro ha fracasado administrando al país. Sus embarradas se volvieron sucesivas .La oposición ha terminado configurándose como derecha reaccionaria y sin filtrar liderazgos pareciera llevarnos a una sin salida. Olvidan unos y otros que el problema de Colombia es estructural.
Tenemos vigente una carta constitucional costosa y proteccionista que nos condenó a ser un estado contractual, donde los contratistas seleccionan, eligen y ordenan a quienes redactan las leyes y a los que nos gobiernan.
Pero como al mismo tiempo hemos permitido que el control del estado lo ejerzan paralelamente las bandas criminales , disfrazadas de lo que más les convenga, tanto en el campo como en las barriadas de las grandes ciudades, han formado un coctel venenoso que nos pone frente a la dura realidad de estrellarnos contra la pared porque entre mitómanos y paranoicos no encuentran solución .Falta la sensatez que da el instinto de supervivencia.