Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal

Una respetable cantidad de los profesores y estudiantes lectores de distintas partes de la geografía nacional quienes han puesto sus tareas escolares en la lectura de mi novela COMANDANTE PARAISO, me han escrito para reconfirmar si lo que yo narro allí sobre el período histórico de los traquetos en la vida nacional es ficción o tomado de la realidad.

Para muchos de ellos, la historia oficial no narra en tal detalle lo que sería el futuro germen de la cultura del narcotráfico, y la tradición popular parece deformarse entre la vergüenza y la exageración.

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Pero con lo sucedido la noche del martes en las calles de Barranquilla, y más concretamente en la urbanización Villa Campestre de Puerto Colombia, la regeneración del asunto no es ya solamente fruto de mi novela, que ahora le han resultado nuevos lectores.

Las noticias que recoge la prensa tanto de la capital del Atlántico como de Bogotá indican que luego de que se conoció en esa ciudad la muerte en Valencia España de Roberto el Beto Vega Daza, se escucharon, vieron y fueron grabados en videos que pasan las redes, dos rondas de juegos pirotécnicos en celebración de la consumación de una venganza construida de tiempo atrás, pero que hizo recordar a muchos quilleros los mismos juegos pirotécnicos que el 23 de junio del 2023 iluminaron los cielos de esa ciudad cuando en una masacre, seguramente no esclarecida, dieron de baja tres miembros de la familia Vega Daza, en otra mansión de la barriada.

Esas celebraciones macabras o funambulescas son las que se celebran en la ficción de COMANDANTE PARAISO y que se repitieron en muchas poblaciones colombianas en donde la traquetería llegó a su máximo esplendor en la década del 90 al 2000.Eran fiestonones por la coronación de un viaje de droga o por el asesinato de algún otro par de mi comandante.

Lo del martes es como una página arrancada a la novela para revivirla hoy. Es como si fuera ayer.