“El caballo (Equus ferus caballus) es un mamífero perisodáctilo domesticado de la familia de los équidos. Es un herbívoro solípedo de gran porte, cuello largo y arqueado, poblado por largas crines».
«Los caballos y los humanos tienen una relación muy antigua. Se cree que los nómadas asiáticos fueron los que probablemente domesticaron a los primeros caballos hace unos 4.000 años, momento desde el cual estos animales siguieron siendo esenciales para muchas sociedades hasta el advenimiento del motor».
«Los caballos son capaces de «leer» emociones en el rostro de las personas, como los perros. Por ello, reaccionan a la ira, el enfado, la alegría, la tristeza, la ansiedad o el miedo».
«Es que hay quienes sostienen que los caballos son símbolos de libertad, resistencia, majestuosidad, espíritu, determinación y coraje. Son criaturas conocidas por esforzarse y no se rinden fácilmente.»
Todo lo anterior, tomado de diferentes textos, lo he transcrito para hacerle un homenaje a mi caballo, que acabo de jubilar; no montaré más en mi blanco Ferrari; se jubila a sus 25 años.
Montar a caballo ha sido una experiencia de mi vida desde que tuve 4 años. Solo los que hemos tenido esa experiencia sabemos lo que significa la simbiosis hombre caballo y la transmisión de sentimientos que se genera entre esos dos mamíferos. El caballo conversa con sus orejas, con el rebuzne de los labios, con el acelere de su paso y su movimiento de cabeza.
Oír el paso del caballo mientras estás encima de él, ver sus movimientos de orejas que nos van diciendo si van tranquilos o están inquietos y los sonidos de su jeta, son un hecho extrasensorial, no comprensible sino por los que hemos tenido el privilegio de cabalgar y gozar de ese hecho.
La maravillosa libertad que se siente galopando raudos, trotando acompasados con el movimiento del equino o escuchando serenos y casi estáticos el paso fino, hace que los caballistas, denominados antes amazonas o caballeros, seamos seres privilegiados.
No puedo dejar de personificar la alegría que me ha dado la vida el enlazar desde un caballo, el pasar ríos pegados de la silla de montar, mientras mi equino nada y ganar una que otra carrera apostada en alguna cabalgata.
Bajarse del caballo después de unas horas de cabalgata, quitarle el freno y la silla, acariciar su cara y agradecer la felicidad que nos proporcionó, para posteriormente bañarlo, es el rito del buen jinete y la forma de demostrar el cariño que tenemos por estos seres, inteligentes, nobles, agradecidos y de bella estampa.
En fin, antes de que también prohíban cabalgar y los caballos desaparezcan sacrificados para hacer salchichones, quise hacerle esta despedida de su vida de trabajo pesado (estoy bien carnudito) a mi querido blanco Ferrari y ponderar a los aficionados a cabalgar amantes de los caballos. Gracias a la vida por darme la gloria de haber tenido caballos cerca.
Ñapa: Al leer algunas características de los caballos encontré que eran solípedos. Me preocupé, porque mi blanco Ferrari nunca ha sido solípedo, por el contrario, es plurisonoropedo.
Investigué con el doctor Google y encontré que solípedo era otra vaina. Investiguen vagos.