La actriz que encarnó a personajes icónicos como «la Cuqui» de Yo y tú reflexiona sobre su carrera y los cambios que ha experimentado la televisión en el país.

Desde el sofá de su apartamento en el barrio La Macarena, Consuelo Luzardo observa la inmensidad de Bogotá a través de sus ventanales. Su hogar, ubicado en el piso 16, no solo ofrece una vista panorámica de la ciudad, sino también un espacio cargado de historia, como su memoria: un testigo privilegiado de los 70 años de evolución de la televisión en Colombia.

Con una carrera que abarca más de seis décadas, Luzardo habla de su recorrido con la misma fluidez con la que desgrana anécdotas de sus inicios. En sus palabras, desfilan los nombres de figuras emblemáticas y proyectos que marcaron época, mientras que en su archivo personal reposan fotografías y recortes de prensa que documentan un medio que encendió sus primeras cámaras en el país en 1954.

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Los inicios: de las tablas al set

En 1959, una jovencísima Consuelo, de apenas 14 años, ingresó a la recién inaugurada Escuela Nacional de Arte Dramático, en Bogotá. Allí compartió aulas con grandes nombres del teatro y la televisión como Miguel Torres, Frank Ramírez y Jorge Gaitán. «No entiendo por qué estos gigantes se hicieron amigos de una carajita de 14 años», comenta entre risas, recordando aquellos años formativos.

Un año después, Luzardo debutó en el escenario principal del Teatro Colón con La casa de Bernarda Alba, bajo la dirección de Víctor Mallarino Botero. Este mismo maestro sería quien la introduciría en el mundo de la televisión con la adaptación de Hogar dulce hogar, una comedia costumbrista que pasó de la radio al formato televisivo en 1960.

“Era una serie que retrataba la vida de una familia bogotana de clase alta”, explica Luzardo, quien interpretó a una despistada dependienta de tienda. “Actuar frente a las cámaras era como estar en el teatro, pero con el telón reemplazado por un par de lentes que no podías mirar”, recuerda.

Íconos de la pantalla chica

La carrera de Consuelo Luzardo es un recorrido por la historia de la televisión colombiana. Ha participado en producciones tan diversas como ¡Quieta, Margarita!, La tía Julia y el escribidor y Caballo viejo, junto a figuras como Carlos Muñoz, su frecuente compañero en escena.

Sin embargo, hay dos producciones que marcaron un antes y un después: Yo y tú y Don Chinche. En la primera, una serie emitida durante 20 años, Luzardo dio vida a «la Cuqui», una mujer que regresaba a Colombia tras vivir en el extranjero. “Era un retrato fiel de la clase media bogotana”, señala. Este personaje aún vive en el recuerdo de los televidentes, quienes la llaman «Cuqui» al reconocerla en la calle.

En Don Chinche, una comedia sobre la vida en los barrios populares, interpretó a Lucrecia Gómez, una abogada rodeada de personajes inolvidables como Don Chinche y Eutimio Pastrana. «La serie reflejaba nuestra esencia, cómo nos ganábamos la vida y nos divertíamos», comenta con nostalgia.

El archivo de una vida

Luzardo guarda celosamente un álbum que recopila sus primeros 25 años de carrera. Entre recortes de prensa, programas de teatro y fotografías de estudios de televisión, se puede rastrear no solo su trayectoria, sino también la transformación del medio. Desde los primeros teleteatros, grabados con música en vivo, hasta las adaptaciones de novelas del boom latinoamericano, su legado es parte fundamental de la televisión nacional.

La televisión de ayer y hoy

Para Luzardo, la televisión ha cambiado tanto como las formas de consumir entretenimiento. Recuerda con cariño una época en la que los televisores eran escasos y las familias se reunían en torno a uno solo para compartir programas especiales. «Ahora cada cuarto tiene su pantalla, y las dinámicas de ver televisión son completamente distintas», reflexiona.

Aunque los formatos han evolucionado, Luzardo sigue siendo testigo de la capacidad de este medio para conectar con las audiencias. Su pasión por la actuación, inmortalizada en su vasta filmografía, es también un recordatorio de los momentos estelares que marcaron a generaciones de colombianos.

“Teatro, televisión, cine… todo ha cambiado, pero algo sigue intacto: el arte de contar historias que nos reflejen como sociedad”, concluye.