Por: Gustavo Alvarez Gardeazábal

EL CÓNCLAVE DE LOS 2 PAPAS

El optimismo de los católicos fervientes convencidos de que el Espíritu Santo iluminará a los cardenales en el cónclave, se podría estrellar con la simple recordación de los tres episodios en los cuales la Iglesia se dividió en el pasado.

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La separación en 1054 de la Iglesia Ortodoxa de Oriente fue la primera. El cisma de Lutero y la entronización del protestantismo hace 500 y pico de años, es la segunda.

La apertura de Enrique Octavo con su iglesia anglicana a comienzos del 1500 fue la tercera.

Las circunstancias divisionistas de esos tres momentos puede estarse repitiendo en el cónclave que se inicia hoy.

Lo que han filtrado de las 10 congregaciones de cardenales reunidos con posterioridad a la muerte de Francisco tiene más posibilidades de generar una división que de encontrar una sabia fórmula intermedia.

Las posiciones dizque se han radicalizado mucho y si bien ninguna de las dos tendencias, ni la continuista ni la retardataria, puede aspirar a aplastar a la otra, una minoría sostenida de 40 cardenales de los 133 que se reúnen, puede demorar la elección del nuevo papa llevando desde una negociación por un cardenal que ni quite ni ponga a potenciar la posibilidad de que la tribu sectaria del cardenal Burke, reforzada por la mano dura de Sarah, el purpurado africano, se haga a un lado y terminen eligiendo cada bando su pontífice.

Tener dos papas no es imposible aunque si muy complicado, pero como hasta Trump ha mostrado las ganas de intervenir en la elección como si fuese Carlomagno, conque se garantizara la financiación del papa paralelo sería realidad la apertura de la nueva iglesia.

Por supuesto quien se quede con el Vaticano llevaría ventaja en esa hipotética división que solo parece atajarla la intervención abstracta del Espíritu Santo.