Por: Kico Becerra
Por primera vez, para mi sorpresa, recibí la visita de mi gurú Sinforoso Popó Carabalí en compañía de su señora, Zenaida Agualimpia de Popó.
Después de los saludos protocolarios y de hablar de la llovedera tan verraca, Sinfo, de una, me dijo:
Vengo expresamente a preguntarle qué haría usted si fuera senador en este momento respecto a la consulta del gobierno. No se me vaya a ir por las ramas.
Le contesté que yo estaba pensando ir a preguntarle lo mismo a él, que era mi gurú. Inmediatamente, Zenaida me ripostó: Usted es el que opina, ya es hora de que se comprometa a nombre propio y no usando lo que le dice Sinforoso.
Ante semejante regaño, me tocó dar mi opinión como si fuera senador y dije:
Lo primero que haría sería apoyar el proyecto de ley de reforma laboral presentado por el Partido Liberal, que establece volver a incrementar los recargos nocturnos y dominicales.
Después, sabiendo que las reformas propuestas en la consulta de Petro son una argucia electoral, no aprobaría hacer esa consulta. Se sabe que esa consulta solo es una estrategia electoral en la que, gane o pierda, el gobierno siempre gana porque distrae a la opinión pública en esa elección y no en problemas tan graves como la inseguridad, el desbarajuste fiscal, la crisis de la salud y el incumplimiento de las promesas del presidente respecto a la reforma agraria, para la cual el Congreso le aprobó hace meses las leyes que el gobierno presentó.
Remataría mi argumento aduciendo que no se justifica gastar 700 mil millones para una reforma laboral que ya se está aprobando en el Congreso.
Me asiste, además, una convicción profunda respecto a que abrir el camino de las consultas para evitar los consensos democráticos en el parlamento es un camino muy peligroso hacia los gobiernos dictatoriales.
Me explico: Imagínese que el próximo presidente sea de extrema derecha o de centro y, aprovechando el primer mes de gobierno, presente una consulta proponiendo que:
•Se elimine el fuero presidencial.
•Se elimine la Comisión de Acusaciones de la Cámara para que la justicia ordinaria pueda investigar a los presidentes, expresidentes y demás aforados; asumiendo la Corte Suprema las investigaciones contra Petro, Duque, Santos y Uribe.
•Se reduzca a la mitad el salario de los congresistas, diputados y concejales.
•El presidente pueda nombrar directamente al Fiscal General de la Nación.
•Se elimine la Procuraduría.
•Se establezca prisión de 60 años para los corruptos.
•Se le quite la personería jurídica a los partidos que no obtengan al menos el 7 % de los votos válidos en la respectiva elección.
Así, aunque el Congreso no esté de acuerdo, la mayoría de los colombianos podría aprobar estas reformas por consulta, desplazando el debate y la deliberación democrática del Congreso hacia mecanismos de decisión directa, con serias implicaciones para el equilibrio institucional y la democracia representativa.
Nadie puede negar que a esas preguntas la mayoría de los colombianos diría que sí, aunque el Congreso no esté de acuerdo, por falta de consensos respecto de algunos temas y porque, por medio de consultas, le están quitando las funciones legislativas.
Pasar de una democracia representativa a una democracia de consulta directa en un país poblado y violento como este es, sin duda, un camino rápido a la disolución nacional.
Sinforoso y Zenaida se miraron y, al unísono, dijeron:
“Lo que habíamos pensado, esto no se arregla si no es con una Constituyente para convertirnos en un país federal”.
Ñapa: La estrategia de dejar minadas las finanzas y las instituciones está funcionando perfectamente, sumada a la palpable incertidumbre que hoy reina en la nación.
Ñapita: La ausencia de un líder carismático, distinto al desprestigiado Uribe, hace que el desconcierto de los sectores productivos del país se sienta en un limbo desesperante. Hay un descontento innegable con el gobierno, pero le hace falta un santo a esa procesión.
Ñaputa: Usted, amable lector, ¿cree sinceramente que la seguridad ha mejorado durante este período presidencial, como lo afirma Petro?
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