Arriba, en las empinadas laderas de Alto Menga, un rincón de Cali donde las montañas se encuentran con el cielo, hay un espacio que irradia luz y tenacidad. Se llama El Maná, pero es mucho más que un comedor comunitario. Es el reflejo puro del espíritu inquebrantable de Irene Ofir Gómez, la mujer que lo lidera con una mezcla de firmeza y un cariño que se siente maternal.

Hace ya más de tres años, El Maná abrió sus puertas. Su misión inmediata era sencilla: ofrecer un plato caliente a quienes lo necesitaban. Allí llegan los adultos mayores en busca de sustento y compañía, los niños con sus risas y curiosidades, y hasta habitantes de calle que encuentran un respiro y un primer paso hacia la transformación.

Pero para Irene, una mujer con una historia de lucha y superación a cuestas, alimentar solo el estómago nunca fue suficiente. Su visión va mucho más allá. Ella entiende que el hambre que se ve es un síntoma de un problema más profundo: la falta de oportunidades que atrapa a tantas familias en la vulnerabilidad. Su propia experiencia le enseñó esto; con la misma determinación con la que hoy gestiona donaciones para El Maná, hace años sacó adelante un pequeño negocio de ropa interior femenina, nacido de la pura necesidad pero alimentado por su increíble capacidad de soñar. Ese proyecto personal fue la semilla de algo más grande: su Fundación El Maná, de la que hoy es representante legal.

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Por eso, su gran sueño ahora es complementar la comida con algo que, para ella, combate el hambre de verdad: oportunidades. Irene sueña con consolidar un taller de confección en Alto Menga. Un lugar donde pueda enseñar a las madres cabeza de hogar un oficio concreto como la costura, dándoles herramientas prácticas para que puedan generar sus propios ingresos, ganar autonomía y vivir con dignidad gracias a su trabajo.

Actualmente, Irene está moviendo cielo y tierra para conseguir lo que necesita para este taller. Está gestionando donaciones de insumos, especialmente máquinas industriales: necesita una máquina collarín y otra máquina de coser adicional. Son las piezas que le faltan para poner en marcha este espacio vital de formación para muchas madres en su comunidad.

La labor de Irene Ofir Gómez es un acto de profunda fe en el potencial de las personas. Su perseverancia no se agota en la rutina diaria de servir comidas; se proyecta en la construcción de un futuro más prometedor para Alto Menga. Con cada plato que sirve y cada gestión que hace para ese taller de costura, Irene nos demuestra que el cambio social es posible, forjado con la dedicación incansable de personas como ella, que se convierten en verdaderos manantiales de esperanza en las alturas de la ciudad. El Maná, más que un comedor, es el símbolo de esa esperanza que germina con comida y, pronto, con oportunidades cosidas a mano.