Por: Rubén Darío Valencia

Diatriba de odio contra una mujer

‘Diatriba de Amor contra un Hombre Sentado’, de Gabriel García Márquez, es una obra teatral que presenta el monólogo de Graciela, una mujer que se dirige a su esposo, representado por un maniquí, para expresar su desencanto y frustración tras 25 años de matrimonio. Graciela, a punto de celebrar las bodas de plata, se desahoga en un diálogo sordo y frustrado con su marido, sobre la dicha y la infelicidad íntima, y el paralelismo entre el ascenso social y el crecimiento del desamor.

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En medio de la agria disputa mediática iniciada por el Presidente Gustavo Petro contra la Gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro, se me antoja hacer un analogismo con esta obra: Petro, desencantado y frustrado luego de tres años de un gobierno inane y triste, y a punto de concluir, desahoga contra Dilian su frustración por la escandalosa forma como su propio gobierno y sus aliados hundieron la propuesta de consulta popular, su íntima infelicidad con un gabinete en el que no confía (y que cada semana lo traiciona), y la enorme contradicción entre su ilusoria imagen de aprobación y las sombras conque pasará a la historia.

El tema de la furia tardía del Presidente contra la Gobernadora es el hundimiento de la consulta popular en el Senado en un apretado balotaje en la que senadores claves del propio Gobierno (como el emblemático caso de Martha Peralta Epieyú), no votaron, se ausentaron, no fueron, permitiendo que la oposición, con menos votos, ganaran el pulso.

Petro mismo ha hecho ingobernables a los partidos comprando senadores y representantes a granel. Por eso las cuentas alegres del ministro del Interior, Armando Benedetti, fallaron y fue su imagen pública de la risa al llanto.

Ahora, cinco días después, Petro se va lanza en ristre contra la Gobernadora del Valle, acusándola de manera temeraria de ser la culpable de esa derrota, amenazándola con dejarla sin recursos para el Departamento más petrista de Colombia, suscribiendo un enigmático corolario para su diatriba: “Lástima que el mundo laboral vallecaucano se quede sin gobernadora”. En un país tan polarizado y violento, esa es una consigna para que pase cualquier cosa.

Dilian Francisca está lejos de ser el monigote de la obra garciamarquiana a la cual Graciela le espeta sus desgracias, y rápidamente le salió al paso al infundio con la verdad y la valentía política que la caracterizan. “No soy su oposición”, le dijo, y le contó que ya no manda en el Partido de la U, y le recordó que ella también ha hecho de los derechos laborales de los colombianos una bandera de su vida pública, y que ahora trabaja duro por los problemas del Valle que, a propósito, no tienen el apoyo nacional.

Y es aquí donde los vallecaucanos debemos salir a defender y respaldar a nuestra gobernadora atacada sin justicia. Petro se metió con una guerrera, con una líder sólida y una mujer reconocida, querida, respetada y respaldada por su comunidad.

Porque más allá del tono autoritario del Presidente contra todo aquello que no se relacione con él con servilismo político, ha amenazado con asfixiar a la región política y económicamente. Tenemos, desgraciadamente, una tremenda dependencia de los recursos nacionales para obras fundamentales para la región: El Tren de Cercanías, las vías de quinta generación, la vía Mulaló-Lobogerrero y recursos y políticas para la seguridad.

Más aún, cuando Toro ha sido una figura prudente, institucional y respetuosa.
Dilian Francisca no es una improvisada. Su trayectoria pública, que incluye haber sido presidenta del Congreso, médica, senadora y hoy gobernadora en un segundo mandato, la avala como una de las lideresas políticas más experimentadas del país.

Su independencia no es un acto de rebeldía, sino una manifestación de compromiso con su departamento. Y su firmeza frente a las presiones del centralismo no es arrogancia, sino sentido de responsabilidad.

Este episodio deja claro que Colombia necesita más voces como la de la Gobernadora: firmes, serenas y con los pies en el territorio. La democracia no se construye desde el miedo ni desde el amedrentamiento institucional. Se construye con diálogo, respeto y colaboración.

La gobernadora del Valle ha demostrado que no está dispuesta a ceder ante ataques injustos. No es una inerme mujer sentada para una diatriba presidencial. Y los vallecaucanos —y muchos colombianos— reconocen en ella a una líder que representa con dignidad a su pueblo frente al poder.

Que el presidente Petro lo entienda: gobernar no es imponer, y la diferencia no es traición. Lo es para el país que él compre voluntades. Es hora de que Colombia deje atrás la política del señalamiento contumaz, la calumnia canalla y el linchamiento social y recupere la política del respeto. ¡Respete al Valle, señor Presidente!
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