Una madrugada de 1988 sonó el «falcon», nombre que se le daba a la línea directa de la presidencia con ministros y gobernadores: «Le va a hablar el presidente»: ¿Cómo estás gobernador? (a Barco le gustaba tutear a los funcionarios). Muy bien presidente, contesté aún medio dormido; en máximo 2 horas pasan por tí para una misión importante; no debes usar carro oficial, ni escoltas. Agradezco tu comprensión; hasta luego».
A las 4 A.M., en un viejo Willis, estábamos el Dr. Santamaría (Ricardo); Carlos Alonso Lucio y yo, rumbo a las montañas vallecaucanas, entre Florida y Pradera, con el objetivo de verificar si el M-19 tenía al Dr. Álvaro Gómez secuestrado y si podíamos certificar sobre su estado de salud.
Santamaria era quien sabía de qué se trataba; Lucio era un joven militante, sin mayor importancia en esa época, en la organización y yo era Gobernador y compañero de Colegio De La Salle, de Carlos Pizarro; hecho conocido por el gobierno, que sirvió para la concreción en algunas cosas del proceso de Paz con esa guerrilla.
Debíamos esperar en una casita campesina, en el corregimiento del Pedregal, una delegación de los del M-19, para cumplir con nuestro encargo. Barco directamente dirigía todo con un slogan: «El exceso de gestión acaba con la gestión». Verifique sobre su salud y busque evitar confrontaciones. Hay que sacar a Gómez de ahí para que no corra peligro. «Si aceptan canje no lo duden».
En un momento, Santamaría me dijo que algo raro pasaba, que saliéramos de la casa a conversar afuera, para que fuéramos muy visibles. En instantes apareció un delegado de Pizarro; se comprometió a conservar la vida y, en corto tiempo, soltar a Gómez con un comunicado de Paz. «Kico: Estás muy gordo y el ejército los tiene a tiro de fusil»; NO SE VAYAN A MOVER Y EMPIECEN A SALUDAR IDENTIFICANDOSE, me mandó a decir Pizarro.
A los 10 minutos, como muchachos regañados, estábamos en el batallón de Palmira y el Presidente Barco asumió toda la responsabilidad de nuestra supuesta intrépida e inoportuna acción, realizada con el objetivo de garantizar la vida del mayor opositor de su gobierno.
Un ejemplo de patriota, entregado a conseguir Paz y a proteger a los perseguidos, como Virgilio Barco quien me consta, tenía un funcionario 24 horas dedicado a la conciliación y protección de la protesta social, como lo fue Carlos Ossa Escobar, no puede ser mancillado por un amarillista comentario de un periodista basado en supuestos rumores de espías judíos.
Figuras de la envergadura de Virgilio Barco Vargas no requieren defensa distinta a sus ejecutorias; pero, como me enseñaron en casa: «nobleza obliga».
Ñapa: En Panamá, «gracias a otra llamadita de Barco», nos tocó concertar otras cositas para la liberación de Gómez, quien, por cierto, se convirtió en el gran gestor de La Paz con el M-19.
Ñapita: quien es el majadero ¿ el que hace la majadería o el que se la exalta publicándola diariamente?