¿Qué nos deja esta guerra?
El conflicto Ruso-Ucraniano sacudió al mundo entero, despertando un debate sin sentido entre quienes dicen defender a Ucrania, poniendo un emoji de la bandera ucraniana en sus redes, y quienes se consideran Pro-Rusia, en un intento de idealizar el ataque realizado por el presidente ruso Vladimir Putin. En este mundo de controversias por Twitter, información y desinformación masiva y una nueva moda de opinólogos “expertos” listos para comentar sobre cualquier tema, nos deja en claro una cuestión central: las guerras de hoy no son como las guerras de ayer. Este punto no es menor, mucho menos para la joven ciencia de las Relaciones Internacionales, que ha intentado explicar el conflicto Ruso-Ucraniano —que, por cierto, de nuevo no tiene nada—.
Para entender esta guerra debemos retrotraernos a la historia reciente, concretamente al Euromaidán, en 2013, y a la Guerra del Donbass, en 2014. Estos dos hechos resultan centrales para entender el desenvolvimiento de las relaciones entre Rusia y Ucrania, países que, además, comparten una historia mucho más antigua que se remonta a los años de la Unión Soviética. Pero no vamos a detenernos en las causas de la guerra, sino que debemos avanzar hacia las consecuencias de la misma, un tema que muchos han dejado de lado.
Lo primero que debemos resaltar es que nos enfrentamos frente a una guerra postmoderna, en la que la tecnología se ha convertido en un medio tanto de información, como de negociación o inclusive un arma de ataque. Podemos destacar dos puntos centrales: 1) la activación de los sistemas Starlink de Elon Musk en Ucrania tan sólo 10 horas después de que el viceprimer ministro Mykhailo Fedorov lo solicitara por Twitter; y 2) el aumento de los ciberataques a los sistemas de defensa.
Sin embargo, más allá de los cambios tecnológicos, no podemos dejar de lado el impacto de esta guerra en las relaciones internacionales a futuro: nos enfrentamos a un Occidente debilitado, que comienza a romper las relaciones con Rusia, en el marco de un Oriente en ascenso. Esto implica grandes cambios en el Sistema Internacional que, desde las Guerras Mundiales en general, y la Guerra Fría en particular, se había caracterizado por una hegemonía Occidental.
Exploremos un poco más este análisis. Por un lado, nos encontramos con que el gigante asiático ha trabajado minuciosamente sus relaciones comerciales y diplomáticas, estableciendo vínculos con países estratégicos que, anteriormente, tenían un mayor vínculo con EEUU —un ejemplo de esto son las relaciones entre China y América Latina—. Pero, por otra parte, debemos reconocer la ineficacia de las Políticas Exteriores de tinte idealista que el Occidente ha llevado adelante, especialmente EEUU. Se trata de PPEE excesivamente moralistas que, en muchos casos, han dejado la estrategia de lado. Sin ir más lejos, el propio Presidente Ruso, declaró en la conferencia de prensa anual del año 2021 que: “En los años 90, la URSS hizo todo lo posible para establecer relaciones normales con EEUU y Occidente”, sin embargo, estos intentos fueron en vano. En otras palabras, tras la SGM se hizo lo mismo que en Versalles (1919), cuando debería haberse hecho lo mismo que en Viena (1815), esto es, incluir al derrotado en el sistema internacional —para evitar un revanchismo—.
En síntesis, esta guerra no sólo nos deja evidencias de cambios revolucionarios en las formas de “hacer la guerra”, sino que da pie a grandes cambios en el Sistema Internacional que, sin lugar a dudas, comenzaremos a observar a largo plazo.