La compleja situación de seguridad en Ecuador, afectado por la creciente influencia del crimen organizado, está directamente vinculada con Colombia, el principal productor mundial de cocaína. A pesar de que Ecuador no produce cocaína, se ha convertido en un importante exportador, especialmente a través del puerto de Guayaquil, que ha experimentado un aumento significativo en la incautación de drogas.

Este aumento en el tráfico de estupefacientes ha llevado a un preocupante aumento de la violencia en Ecuador, con una tasa de homicidios que ha pasado de 5.8 por cada 100,000 habitantes en 2018 a 44.9 en 2023. La llegada de «delincuentes colombianos» ha contribuido a la deterioración de la seguridad en el país.

Bandas criminales ecuatorianas, como ‘Los Choneros’, han surgido como brazos armados de cárteles colombianos, estableciendo alianzas con carteles mexicanos. Aunque la influencia actual de las bandas colombianas en estos grupos ecuatorianos no está clara, la colaboración persiste: las bandas colombianas producen la droga, y las ecuatorianas la distribuyen a través de sus puertos.

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La porosa frontera de 586 kilómetros entre Ecuador y Colombia, a pesar de los acuerdos de vigilancia y militarización, sigue siendo un desafío significativo. Ante esta compleja realidad, se destaca la necesidad de una respuesta internacional y cooperativa para abordar las estructuras criminales, y no simplemente a nivel nacional. La solución implica no solo la colaboración entre fuerzas de seguridad, sino también diálogos entre comunidades y autoridades portuarias de diferentes países afectados. Es esencial compartir «buenas prácticas» y actuar en conjunto para enfrentar el narcotráfico y combatir la sensación de impunidad que prevalece en la región.