CALI, 11.6.2025

Hace poco, en la madrugada del día 2 del mes 6, más de 60 propietarios de igual número de carros fueron multados por querer hacerle trampa a la ley. Se parquearon en el carril del MIO y, sin ningún reparo, se fueron de rumba.

Cuesta entender por qué propietarios de carros de 60, 80 o más millones —y que fueron a gastarse 100, 200 o más miles de pesos en trago y, algunos, en otras cosillas— no fueron capaces de pagar 10 mil pesos de parqueadero, o de caminar unos cuantos metros si hubieran dejado sus carros no sobre la calle quinta, sino sobre las carreras adyacentes.

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Es posible que este tipo de comportamiento, en donde nos queremos pasar de listos —saltándonos las normas, trampeando al sistema, irrespetando las reglas y a la autoridad—, explique de alguna manera por qué Gustavo Petro escogió a Cali para visitarnos el próximo 11 del mes 6 y utilizar a nuestra ciudad como punta de lanza de su movilización nacional en pro de la ya caída consulta popular.

Me duele decirlo, pero creo que Petro se siente cómodo y “en su salsa” en una ciudad en donde puede encontrar mucha gente que, como él, piensa que la ley no aplica para sus intereses, así sea ley. Seguramente piensa que acá le van a hacer coro a su idea de meter “por encima de la ley” un decreto sin sustento que ordena hacer una consulta popular, que sabemos nos va a costar 700 mil millones de pesos; dinero que se va a convertir en la caja de la campaña de su movimiento y de su o sus candidatos, porque, por supuesto, cada peso lo va a administrar el gobierno a su antojo.

El mensaje que Petro viene a dejar a Cali es sencillo: “No me sirve la decisión del Congreso, entonces yo decido por ellos y dictaré lo que se debe hacer. Por encima de la ley, la consulta va porque va”.

Y puede que argumente que el Congreso es indigno —y a muchos nos puede parecerlo—, pero también muchos pensamos que el presidente es indigno, y aun así nos toca aguantarnos. Entre otras cosas, el Congreso es uno de los tres poderes autónomos que soportan nuestra democracia y, en total, obtuvo más votos que el presidente, lo que implica que sí tiene representatividad.

Los que justifican narrativas como la que está proponiendo Petro en este caso, son los que también dicen: “Hecha la ley, hecha la trampa”. Y si revisamos nuestra historia, esta muletilla está enquistada en nuestro ADN.

Hace más de 30 años, un alcalde se dio cuenta de este fenómeno y lanzó una campaña llamada “El vivo bobo”, en donde un personaje hacía lo que hoy quiere hacer Petro: saltarse la ley, hacerle trampa. Petro bobo no es; él sabe que acá va a encontrar cajas de resonancia y amplificadores de su idea, porque en Cali estamos llenos de vivos bobos.

Así que este 11 de junio, cuando algunos salgan a aplaudir decretos sin sustento, valdría la pena que el resto de caleños levantemos la cabeza —no para gritar, sino para pensar—:

¿Seguimos premiando al que se burla de las reglas?

¿O empezamos a construir la ciudad que nos merecemos?

 

Porque el problema no es solo que Petro venga…

El verdadero problema es que Cali se quiera parecer al país que él quiere construir.