La euforia desborda a Lucho, coronado campeón de un título largamente anhelado. Hay júbilos que trascienden el instante, grabándose a fuego en la memoria, como este que embarga a Luis Díaz. Su alegría era palpable en cada gesto, en el instante preciso en que la certeza del campeonato de la Premier League inglesa con el Liverpool se hizo realidad, tras innumerables sueños y esfuerzos. Lucho se entregó a la emoción, desplegando la sonrisa más radiante que atesoraba, una boca inmensa celebrando la gesta, mientras saltaba frente a la fervorosa grada roja, envuelto en una bufanda con su rostro y nombre, y con la bandera de Colombia ceñida a la cintura de su espíritu, para que nadie en ese mítico Anfield olvidara jamás quién era este sensacional número 7 y desde dónde llegó para alcanzar la gloria.
La dicha de Luis Díaz es merecida. Hay futbolistas que simplemente participan en la conquista de un título, y otros que influyen directamente en él. Lucho no fue un campeón más del montón, ni una pieza de apariciones esporádicas; él sabe, con certeza, que su aporte fue significativo, decisivo, determinante – la palabra precisa para describir su impacto en este Liverpool. Y para aquellos que buscan en las estadísticas la certificación de la grandeza, el colombiano ofrece cifras elocuentes: 12 goles y 5 asistencias en 33 partidos de Premier League, celebrando además su centenario en esta exigente competición. ¡Qué manera de alcanzar las cien presencias, Lucho!
Si algún desprevenido se cuestiona hoy el fervor desatado por Díaz, bastará recordar que, en la extensa historia de esta liga, considerada la mejor del planeta, solo un colombiano la había ganado previamente: Juan Guillermo Cuadrado con el Chelsea en 2015. La diferencia radica en esa incidencia de la que hablamos. Porque Lucho, a lo largo de toda la campaña (con cuatro partidos aún por disputar), deslumbró con su talento, superó altibajos inherentes al deporte, resistió críticas inevitables y se adaptó a nuevas demarcaciones tácticas, tanto como extremo izquierdo como delantero, sin jamás desentonar. Lucho se moldea para triunfar y ya acumula cinco títulos desde su llegada a Liverpool en 2022: dos Copas de la Liga, una FA Cup, una Community Shield y ahora, la joya de la corona, la Premier League.
Liverpool pulverizó al Tottenham.
El título se presentaba en bandeja de plata antes del pitido inicial contra el Tottenham. Un empate bastaba al Liverpool, pero este equipo escribe sus alegrías en letras mayúsculas. No ansiaba una celebración a medias tintas. Saltó al campo como si el campeonato dependiera de una final inminente. El resultado: un contundente 5-1. El Tottenham despertó a su propio demonio, osando adelantarse en el marcador a los 12 minutos. La respuesta de un Liverpool herido fue voraz.
Arne Slot, desde la banda, arengó: «¡Es la hora, destrocémoslos!», y Lucho alzó la mano, con la determinación del cazador: «¡Yo primero, yo quiero!». Cuatro minutos después, recibió el balón en el área, justo en esa zona donde ahora reclama su dominio como delantero, se lanzó con la garra del león para que la esférica no se le escapara y la conectó con la fuerza de un misil. El balón pareció teñirse de amarillo, azul y rojo al ingresar a la red. La afición enloqueció, coreando una vez más ese apellido mágico: Díaz.
Luego, el Liverpool desató una goleada memorable: Mac Allister, Gakpo y Salah, como era de esperarse, también dejaron su huella en el marcador. Y para añadir al desconcierto del Tottenham, Udogie marcó en propia puerta. Lucho fue sustituido al minuto 75, permitiendo que sus músculos descansaran antes de la merecida celebración. Al sonar el silbato final, corrió hacia el césped, con su bandera tricolor ondeando orgullosa en medio de la marea roja, y festejó con la emoción intacta del niño que un día soñó con conquistar la Liga inglesa.
Hoy, su futuro es incierto, entre la posibilidad de partir o la ambición de seguir cosechando éxitos. Pero lo que sí es innegable es que, al abrir los ojos, estaba allí, a sus 28 años, gritando al mundo que es campeón de la Premier League, una felicidad que lo acompañará toda la vida.