El rugido de un tigrillo tras las rejas se escucha en el Hogar de Paso del Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente-Dagma, donde cada día llega variedad de fauna silvestre para su atención.

Ese rugido es el símbolo de la tristeza que trae consigo el tráfico de especies silvestres, uno de los negocios ilegales más rentables y con peores consecuencias para la biodiversidad.

Loros, tortugas, primates y felinos son algunas de las especies más traficadas. Algunas terminan en casas como animales de compañía; otras en zoológicos o centros de rehabilitación. Por eso el Dagma enfoca esfuerzos humanos, técnicos y presupuestales, de cara a fortalecer rutas de esperanza para que animales víctimas del tráfico puedan rehabilitarse y regresar a su hábitat.

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“Algunos de los animales llegan a nuestra sala de neonatos, donde criamos a los individuos que arriban todavía muy pequeños. Allí, nuestra labor se enfoca en imitar lo que hacen sus padres, que primero les dan la comida masticada, se la regurgitan. Nosotros les preparamos papillas con todos los requerimientos nutricionales que tienen”, explicó Camilo Senior, biólogo del Dagma.

Así es en el caso de las aves, a quienes posteriormente les dan trozos de comida cada vez más gruesos, les enseñan a picar, a abrir las frutas, hasta que aprenden a comer por sí solas y a buscar sus alimentos. Un proceso similar se da con el resto de especies.

“Cuando el animal ingresa es valorado y pasa a una zona de cuarentena, donde es mantenido por un tiempo para descartar enfermedades que puedan ser transmitidas a otros animales. Allí los profesionales de zootecnia revisan el tema de nutrición, los veterinarios su salud y los biólogos sus comportamientos”, agrega Senior.

Esta etapa permite conocer el proceso del individuo y decidir si puede pasar al área de pos-cuarentena, donde se determinará cuáles son aptos para su liberación. Algunas especies tienen más probabilidades que otras.

“Las tortugas pueden ser liberadas porque hacen parte de los animales que no tienen cuidado parental. Sus madres ponen los huevos y se van. No necesitan aprender a vivir según lo que les enseñan sus padres”, describió el biólogo del Dagma.

El trabajo de rehabilitación incluye aprender a alimentarse, cazar, desplazarse y tener un comportamiento de especie. “Es muy difícil terminar de rehabilitar algunos animales que ya han cambiado su comportamiento y están acostumbrados a los humanos, debido a que fueron víctimas de tráfico”, precisa Camilo Senior.

Este es el caso, sobre todo, de mamíferos como tigrillos y primates, tan dependientes de sus padres para crecer, que prácticamente quedan condenados al encierro. Sin embargo no todo está perdido, porque el equipo interdisciplinario de la autoridad ambiental Distrital ha logrado rehabilitaciones para que varios animales puedan vivir en libertad.

El Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente invita a quienes tienen fauna silvestre como animales de compañía a entregarlos voluntariamente. De esta forma, les brindarán una oportunidad de vida como la que tuvieron 14 individuos del loro real amazónico, siete loras amazona alinaranja, 27 tortugas taricaya y una tortuga mata-mata, que pasaron por rehabilitación y recientemente fueron liberados en los Llanos Orientales gracias a un convenio con Corpomacarena.