Cuesta definir qué es el populismo, porque los que hacen uso de esta política, la distorsionan. La mentira no es una cualidad exclusiva del populista, pero sí hace uso de ella para crear una razón mítica.
Según la RAE, populismo es la “tendencia política que pretende atraer a las masas”. Pero hay una definición más completa: el populismo es el mecanismo político donde el líder dice representar la voluntad del pueblo mediante un mito. O sea, cuando un candidato dice cualquier cosa que piensa que a la gente le va a gustar, para ganarse el aplauso y el voto fácil.
El populismo es hijo del fascismo, y en Argentina se lo pone de principal ejemplo, como populista clásico, a Juan Domingo Perón. Una de las principales diferencias entre fascismo-populismo es en la forma de llevar a cabo una estrategia. El fascista ataca en sus discursos a un enemigo y crea un plan para hacerlo. El populista espera que esto salga desde el “pueblo”. Perón decía que era un “león herbívoro”. El populista cree en la democracia y sobre ella hace uso de su poder y movimiento de las masas-es el bastión de su legitimidad-.
Resume su política entre una relación entre el “líder” y el pueblo, donde el conductor tiene la verdad última, sin tener algo verídico que lo logre demostrar. Para ellos, hay una relación tripartita entre líder-pueblo-nación, donde cada uno termina siendo lo mismo -una especie de Dios, Hijo y Espíritu Santo-. Sostienen que lo saben todo y pues quien diga lo contrario no es más que un traidor mentiroso que ataca al líder, por lo tanto, a la nación y al pueblo.
Prácticamente todos los populistas manifiestan que cuentan con una divinidad que los unge, por ejemplo, Cristina (expresidente Argentina) dio un discurso en La Matanza donde expresó sentir a Néstor (su difunto esposo) por medio de una mariposa, Nicolás Maduro (presidente venezolano) hizo lo mismo con el pajarito y Hugo Chávez. Además, los populistas -como lo hicieron los fascistas- intentan ajustar la historia a su antojo, adulterando hechos o creando ciertos eventos incomprobables -Chávez decía que Simón Bolívar estaría a gusto con el socialismo del siglo XXI-.
El populismo se ha convertido en un actor de primer orden en la escena política global. La crisis económica, el aumento de la desigualdad, el desgaste de los partidos clásicos, las redes sociales y los nuevos medios de comunicación, son, entre otras, las causas del nacimiento o resurgimiento de movimientos de ideología difusa pero que han logrado notables éxitos electorales. Ante los fracasos en materia económica, sociales y todos los que se les pueda ocurrir, los populistas recurren a discursos sensibles, victimizadores.
La ventaja que tienen ellos con todo esto, es que los siguientes que lleguen al poder, no sería necesario una nueva invención “fantástica”, solo seria suficiente con proclamarse “peronista”.
La Argentina y muchos países de América son un caldo de cultivo para políticos populistas porque nunca hemos podido frenar con la estructura que el mismo populismo logró instaurar. El peligro del populismo no es más que la autodestrucción que lo caracteriza.