Hoy existen todas las condiciones para ganar en primera vuelta: se rompió el techo que artificialmente algunos sabiondos le habían impuesto a Petro; se decidió, como fórmula vicepresidencial, por una mujer que sorprendió a Colombia con su inteligencia, fuerza y autenticidad; se consiguió en las urnas la mayor bancada parlamentaria del Congreso de la República; se cuenta en todos los barrios, colegios, empresas y universidades con defensores y promotores que recrean las ideas de nuestros candidatos a la presidencia y vicepresidencia de la República.

Esta campaña muestra a Petro y Francia como lo que son, sin impostaciones, sin libretos. Se presentan como lo han sido siempre: defensores de los derechos del pueblo colombiano y agitadores de nuevas ideas, aquellas que traerán el cambio esperado, aplazado y refundido en la burda y, a veces, refinada urdimbre de los sempiternos politicastros que nos han gobernado siempre. Cuando levantan su voz inflamada ante las injusticias de esta sociedad en ruinas, lo aprueban los acontecimientos y las evidencias de la tozuda realidad nacional. Las cifras de la pobreza, de las muertes, la corrupción y el desamparo terminan siendo más contundentes que su prédica.

¿Cómo escamotear el daño hecho por el uribismo a las instituciones, cómo flanquear el derrumbe democrático provocado por su último presidente? ¿De qué más se debe convencer el pueblo colombiano ante su tragedia vital? ¿ Acaso no lo están viviendo o es apenas un mero relato? Están convencidos estos profesionales del engaño que sus envejecidas y repetidas mentiras estampadas en sus desacreditados medios de desinformación darán los esperados resultados de los tiempos del absurdo y el embrujo.

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A pesar de la excitación y las pasiones desatadas en la campaña, debemos orientarla hacia la serena invitación en darle a nuestra patria la oportunidad que se nos ha negado. La contienda no es contra nuestros amigos, menos contra nuestros familiares que piensan distinto.

La tarea es conversar, debatir, provocarles reflexiones, sin engreídas superioridades y seguirles queriendo. Es el momento de acercarnos, de crecer y hacer de este proceso un formidable fenómeno de mayorías, que marcaría el inicio de una nueva era en la vida de la Nación. Cuando el ardor de una campaña provoca desgarramientos en la sociedad resulta luego más difícil gobernarla; y más si lo que se pretende es gobernar con su decidida participación y concurso.

Dejemos solos con su prédica infecunda a los falsos profetas que prevalidos de la ingenuidad mística del pueblo les agencian temores infundados, y a los demagogos que con su venenosa e infatuada verborrea promueven la política del odio recalentado hasta paroxismo esta campaña. No nos enredemos en vanas e inagotables discusiones.

Nuestra apuesta central será ganar en primera vuelta, y solo es posible hacerlo si comprendemos de una vez por todas que el pueblo liberal, conservador y el perteneciente a las demás fuerzas políticas que existen en Colombia está decidido por el cambio que hoy representan nuestras candidaturas. Los miles de millones de pesos gastados en la pasada campaña al Congreso y que, en buena parte salieron de las arcas del Estado uribista, no serán suficientes para atajar la volcánica decisión de victoria política del sufrido pueblo colombiano.

Preparemos para gobernar que esta íntima convicción le dará el tono a lo que resta de la campaña y permitirá con mayor claridad establecer las prioridades. Nuestro papel en el debate electoral colombiano siempre estuvo marcado por la condición de opositores y en esa dirección actuabamos, básicamente insistiendo en las injusticias del sistema político mafioso y oligárquico.

Gustavo Petro cambió esta lógica política, le devolvió al pueblo su vocación de poder, lo invistió de su poder transformador. Nos permitió a todos y todas volver a soñar. Ya nuestra generación no se perderá una vez más. Permitámonos la sensibilidad poética de oliscar desde ya el perfume de la victoria, resultante del amasijo de millones de historias, de luchas perdidas o iniciadas apenas, pero también, de grandes y pequeñas victorias que nos mantuvieron en pie hasta hoy.

Esta victoria que coloreamos nada tiene que ver con despidos, expropiaciones, vendettas, reelecciones, privilegios y violencias. Serán la vida, la justicia y la democracia nuestras divisas y banderas. “La vuelta es en la primera” no le demos más largas a este asunto.