Por: Rubén Darío Valencia

Sin duda alguna, Jorge Iván Ospina Gómez pasará a la historia como un alcalde de luces y sombras, de cal y de arena, de odios y amores, de obras iluminantes y de oscuros manejos presupuestales. Una especie tropical del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, la portentosa novela de Robert Louis Stevenson que pone de manifiesto, en una historia de terror, el debate entre el bien y el mal, así como los extraños casos de dualidad humana del que él parece ser un digno ejemplo vivo.

El Jekill de Ospina, a propósito, un médico como él, está en la innegable revolución física de la ciudad en su primer Gobierno (2008-2011), cuando conquistó el voto ciudadano proponiéndole un recetario de obras con nombre pomposo, fácil de vender y de comprar. Casi un título de película: Las 21 Megaobras de Cali. Vale la pena recordarlas: Prolongación de la Avenida Circunvalación, Ampliación de la Vía a Pance, Ampliación de la Carrera 80 entre Calles 2 Oeste y Calle 5, 250 km de vía carril, Calle 16 entre Carreras 50 y 105, Intersección a Desnivel Autopista Sur con Carrera 44, Intersección a Desnivel Autopista Sur con carreras 66 y 70, Intersección a Desnivel Carrera 8 con Calle 70, Intersección a Desnivel Autopista Simón Bolívar con Carrera 100, Apertura de la Calle 36 Norte con Avenidas 6BN y 4N (Chipichape), Hundimiento de la Avenida Colombia (Boulevard y Túnel Mundialista), Soluciones Peatonales, Pavimentación Parque Longitudinal de la 72W, Parque Lineal Río Cali, Plazoleta Jairo Varela, Colegio Compartir, Intersección a Desnivel Avenida Ciudad de Cali entre carreras 50 y 80.

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Una maravillosa, ambiciosa y urgida remodelación de la Sucursal del Cielo que comprometió recursos por $822.409 millones de la época (2009), cobrados por valorización a los caleños, y que luego resultarían insuficientes para terminar casi la mitad de lo prometido. Esto, obras desfinanciadas, mal proyectadas y hasta mal adjudicadas, es el pan de cada día en Colombia. Y es probable, solo probable, que esto le haya pasado a Ospina. De no ser porque, rápidamente, todo este andamiaje empezó a llenarse de sospechas de manejos corruptos, componendas, sobrecostos, daños y perjuicios a terceros. Y ese primer Gobierno terminó pasando de la luz a la oscuridad. Apareció el Mr. Hyde Ospina con más de 70 investigaciones formales en la Fiscalía, en la Procuraduría y en la Contraloría que lo ponían prácticamente en la cárcel y en el ostracismo político. La narrativa popular que mejor definió esta desilusión colectiva fue la de la Megaobra 22: el lujoso apartamento que por más de 2 mil millones de pesos que dicen se construyó para él mismo.

Pero Jorge Iván también es Jekill, el médico que había logrado desarrollar una poción que le permitía separar los aspectos buenos y malos de su personalidad. Un brebaje de amistades silenciosas en los puestos claves de los órganos de investigación, adobado con su locuaz dualidad de hombre del pueblo con su amor por el dinero y el poder omnímodo que compartió beneficiosamente con quienes podían ocultar su Hyde más vil y abyecto. Y por eso, en 2018, lavada su obra magnífica inacabada y también sus escandalosas acusaciones con el agua purificadora de la conciencia popular que sentenció diciendo que “robó pero hizo”, y el ‘olvido’ oficial de sus causas en los anaqueles de la justicia (donde, como por encanto, le prescribieron 67 procesos peliagudos en apenas unos meses), lanzó de nuevo su nombre a la Alcaldía de Cali, con la imagen repetida de Jekill pero en su versión de médico santero que invocó a sus dioses Orishas para contener al diabólico Hyde que, finalmente y para desgracia, nos terminó gobernando.

Hoy este personaje de la historia caleña se está despidiendo con un 73% de desaprobación ciudadana. Arrastra tras de sí, de nuevo, 26 procesos judiciales de las más variadas denuncias por presunta corrupción en la realización del Alumbrado navideño y la Feria Virtual de Cali en plena pandemia, que costaron más, y fueron menos, que las presenciales. Uno de los casos más sonados fue el de contratos interadministrativos con la Imprenta Departamental, Impretics, o los convenios de Emcali con un primo del burgomaestre (su familia siempre estuvo en el centro de todas las sospechas), los contratos al parecer irregulares con el Programa de Alimentación Escolar, PAE, y el hecho de que el 98% de los contratos que hizo fueron a dedo, amén de decisiones políticas que dejaron a la ciudad fracturada (en el marco del llamado estallido social) y profundamente herida.

Al cierre, dos de sus funcionarios, la jefe de comunicaciones de Emcali y el secretario de Cultura, por casos distintos, salen en la agonía de su gobierno señalados por hechos escandalosos. Triste final sin duda, pero presentido, para una administración que pasará a la historia como la peor posible. Y que lo ponen a él en el dudoso mérito de ser nombrado, por encima de todos los que han sido, como el Peor Alcalde de la Historia de Cali. El próximo 29 de enero, cuando ya no sea alcalde, deberá presentarse ante la Fiscalía por primera vez para ser imputado de cargos sin saber si lo juzgarán como al médico Jekyll o como el señor Hayde.