Las Remesas Y Los Pitufos
Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
En Colombia hay fastidios de puño que se esculpen en la memoria popular y aunque son más invención que realidad nadie los destrona de la generalización despiadada.
Lo hemos visto en los últimos años con los presos. Tristemente para la gran mayoría de colombianos un preso es un ser tan estigmatizado para siempre que cuando los matan a montones, como ocurrió el año pasado en la cárcel de Tuluá, donde mataron 62 seres humanos en una sola noche, nadie se mosquea.
De la misma manera son muy pocos los colombianos que admiten que las remesas que se envían por parte de las diásporas colombianas regadas en muchos países del mundo son fruto del trabajo y el sudor de más de tres millones de compatriotas que cada mes giran a sus familias.
Para los economistas, convertidos ahora en adivinadores, esas divisas extranjeras no son significativas en el PIB porque apenas alcanza la nada despreciable suma de 10.500 millones de dólares.
Y para los analistas de mercado y el grueso del público que se quedó en Colombia, esas remesas son fruto no del trabajo duro de 3 millones de compatriotas exiliados sino del dizque pitufeo de los exportadores de cocaína que de esa manera dizque lavan el dinero para ingresarlo al país.
Como los economistas y analistas no admiten que la plata de la cocaína es la que mueve la economía de una gruesa parte del territorio nacional y la minimizan disfrazados de moralistas, tampoco aceptan que las remesas son el fruto de colombianos esperanzados.
Pero, aunque les duela, es con esas remesas mensuales que se sostienen miles de hogares en muchas partes del territorio nacional y hay ciudades enteras que han progresado porque con tales remesas viene la inversión en bienes raíces y comercios.
Para el fenómeno no hay suficientes cifras o estadísticas porque quienes lo generan son despreciables miembros de la diáspora estigmatizada y ni a la Andi ni a la Universidad de los Andes les interesa darle importancia.