Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Cuando nací, mi madre comenzó a pasar trabajos para criarme. La pobre hizo todos los intentos, desde darme colada de arroz cuando rechacé la leche materna, hasta,ya adolescente, tratando de quitarme la manía de afirmar siempre y no preguntar.
En mi casa de la orilla del río en Tuluá conocí el teléfono de manivela y lo necesario que era llamar a Chepita a la central telefónica para pedir comunicación con otro número. Ahora desde cualquier parte del mundo nos llaman por video sin que estorbe cual sea el lugar donde nos encontremos.
Para poder llegar a esta modernidad de hoy tuvimos que aprender a marcar por el teléfono automático, pasar por el fax y olvidarnos de las llamadas de larga distancia. Alvaro Cruz Lozada, el odontólogo, me obturó por primera vez una carie con fresa de pedal. Hoy el doctor Sanabria me hace un scanner para fabricarme la corona de reemplazo de los molares que tuve.
Pasamos de la radio de tubos oyendo las emisoras de onda corta, al televisor en blanco negro, luego a colores y ahora con la 4K. Hicimos cola para entrar al cine en el teatro Sarmiento y ahora nos conectamos a Netflix. Nos asustaron las tarjetas perforadas, nos asombramos con las computadoras, se nos olvidaron los casettes de la grabadora y los diskettes donde guardábamos la memoria y ahora apelamos a la bodega de la nube.
Nos dio varicela y paperas, nos infectamos de la gripa asiática y hasta el covid me mandó al traste así me hubiese vacunado tres veces creyendo que era como la vacuna de la viruela, de la tos ferina y de la tuberculosis.
Fuimos análogos, aprendimos aritmética y quebrados, pero cabalgamos en la teoría de conjuntos y todo lo hacemos digitalmente. He visto lo que podido y en especial lo que me han ocultado. He agredido a las costumbres para situarme en mi mundo. Me he reído y he llorado. Me he enamorado y me he sentido con tusa. Intuyo tanto que se confunden conmigo y creen que soy brujo.
He usado la palabra y la velocidad de pensamiento para adelantarme sin sentirme que sea un algoritmo. Por todo eso, tal vez o porque no he dejado de gozar con lo mínimo o lo máximo, he podido llegar hoy, el día de las brujas del 2022 a los 77 bien vividos.