EL FATUO ORGULLO DE LA VISA
Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Poder entrar a Roma en las épocas cuando el imperio latino llegaba desde Britania hasta el mundo de los partos, en el antiguo reino de los asirios, obligaba a quienes no siendo ciudadanos romanos pretendían llegar a la entonces capital del mundo, conseguir un permiso del pretor de su territorio.
Desde cuando los Estados Unidos se fueron convirtiendo en la primer potencia del mundo y, en especial cuando reemplazaron a Inglaterra en su poder imperial, volvieron la visa una herramienta indispensable para entrar a su país.
Como tal le fueron imponiendo condiciones a quien pretendía recibirla y delegando el poder primero en los consulados y luego en las embajadas, convirtieron la visa desde instrumento diplomático hasta en un bien muy apreciado por quien la tuviese.
En Colombia, donde colocaron tantas trabas para otorgarla a los ciudadanos que la solicitaban, la visa gringa dio estatus social y sirvió de filtro a los caprichos clasistas de nuestra anacrónica estructura social. Tener o no la visa fue motivo para muchos de fatuo orgullo y para otros de distinción o juicio clasificatorio anticipado.
Por eso, quizás, la ambigua declaración del vocero del Departamento de Estado ni afirmando ni negando que el gobierno de Washington le hubiera quitado la visa al presidente Petro, llega a ser motivo de controversia y de apoyo a la polarización entre quienes quieren o no al presidente.
Como el señor Petro hizo una declaración igual de ambigua y no preguntó por las vías oficiales si le han quitado o no la visa, el tema no adquiere importancia cuando mucha es la que tiene. Y, curiosamente, no se vuelve un problema diplomático, como debería ser, aunque tenemos 6 bases militares norteamericanas en nuestro territorio.