Gardeazabal

Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL

Hoy, cuando va mi última crónica de la semana y será a su vez la única antes del crucial día de elecciones del domingo, no puedo entrar a la película repetida de convocar a votar, como muchos colegas del oficio de opinar lo están haciendo.

Tampoco voy a decir por quién depositaré mi voto en la Escuela Mélida Cruz de Madrigal, la vereda más cercana a El Porce, donde he vivido los últimos años de mi vida y aspiro que me dejen estar hasta que las dolencias de la vejez u otro covid tan de mala clase como el que me dio hace 50 dias me maten. Me he abstenido expresamente de hacer proselitismo por medio de este rinconcito de opiniones y comentarios diarios.

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Estoy convencido que le presto un mejor servicio a mis lectores y oyentes siendo crítico frente a quienes presentan sus candidaturas. Por esa misma razón cuando las elecciones del 13 de marzo advertí claramente desde aquí que no iría a votar porque el drástico cambio sufrido en la manera de hacer política en Colombia había convertido a los congresistas en una cooperativa de contratistas y que es de allí desde donde nace la gran marejada de la corrupción que se ha comido las estructuras y el pensamiento de la patria.

El domingo empero votaré porque ambos candidatos de alguna manera han prometido o significado el cambio. El señor Petro, ha hecho parte de esa evolución del Congreso hacia los contratistas y su respaldo electoral está amparado por la sigla endeble del Pacto Histórico, que es de todas maneras una denominación política, pero él ha repetido hasta el cansancio que simboliza el cambio y con sus maneras leninistas de hacer la campaña lo ha corroborado.

De la misma manera el señor Hernández significa para muchísimos compatriotas no solo un cambio sino un verdadero volcamiento de esas estructuras corruptas de las cooperativas de contratistas que reemplazaron a los partidos políticos.

Pero sobre todo simboliza el cambio de manera tan rotunda en los estilos de forjar elecciones, de acercarse a los votantes y de decir las cosas que ha terminado por desbaratar un estilo de hacer política que llevaba 200 años en la historia electoral colombiana. Empero el clima peligroso creado por los unos y por los otros para volver la contienda del domingo una batalla y no un certamen democrático, me presionan para votar y me hacen temer que finalmente han convocado con tanta fuerza a los tambores de la guerra que, cualquiera que sea el resultado, es el país quien va a perder,no solo el candidato derrotado.

En previsión de ello y para que no me vuelva y pase lo que vivimos por los aciagos días del paro,tengo que gritar: A MERCAR!!