Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Cuando aquella remota noche del 22 de febrero de 1957 le dieron bala a Alfonso Santacoloma Román, el Tuluá de mis 12 años se estremeció tanto que me costará muchísimo trabajo olvidar todo lo sucedido ese día y los siguientes mientras agonizaba,moría y enterraban dos días después al máximo líder liberal de Tuluá, al firmante de la carta a El Tiempo denunciando a León María Lozano, “El Cóndor”. Llegaba aquella noche a jugar parqués en el Club Colonial, como lo hacía casi todas las noches. Trataba de cuadrar su camioneta finquera cuando le dispararon. Al asesino lo protegieron en su huída a pie los uniformados que amparaban la horrorosa violencia que vivíamos.
Trajeron los dos mejores neurólogos de Cali para tratar de salvarle la vida en el Hospital San Antonio.Fué inútil. 36 horas después murió y aunque esa noche había toque de queda, cargado por los médicos y enfermeros que lo ayudaron a bien morir,desfilaron con su cadáver por las calles de Tuluá hasta llevarlo a su casa. No entendí entonces lo raro y pesado que se respiraba sino cuando alelado con una banderita blanca de papel vejiga, ondeándola en uno de los andenes de mi pueblo, acudí a ver pasar al día siguiente su nutridísimo cortejo. Se sentía la furia. Se olía la frustración. A los firmantes de la carta suicida los seguían matando. Pero al “Cóndor” hacía casi un año que lo habían matado también en Pereira, donde estaba extraditado por el gobierno de Rojas Pinilla.
Ya no había a quien achacarle la culpa. La violencia era un monstruo de mil cabezas y quienes mataban diariamente se volvieron inatajables. En mi terruño los muchachos de ahora poco saben quién fue Alfonso Santacoloma ni cuanto nos aporreó esa locura sangrienta que se vivió. Apenas si recuerdan su nombre cuando en noveno curso les pusieron a leer mi novela. Los dizque dirigentes liberales que quedan ya no piensan en los héroes inútiles ni en los caídos en las atroces y siempre imbéciles batallas partidistas. Solo anhelan los contratos.
Así y todo, el Centro de Historia de mi pueblo y sus descendientes se reunirán esta noche a las 7 en la Capilla de los Osarios de los Salesianos, al pie de la tumba que guarda sus cenizas, para honrar su memoria y sus méritos, pero sobretodo para no dejar perder ni su recuerdo ni su esperanza al cumplirse en esta fecha 100 años de su nacimiento.