Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Cartagena no ha podido mirarse al espejo desde hace mucho tiempo. Como tal ha perdido su noción de ser una ciudad turística que debe autoconservarse y no esperar que acudan desde Bogotá autoridades, inversionistas y segundos residentes a organizarle su desorden o indicarle su futuro.
Como cada vez consolida más su posición como ciudad multi turística porque, afortunadamente, perdió su estiramiento y ya no es solo el escenario de película para las revistas del corazón y las páginas sociales de los diarios bogotanos (que ya se acabaron también), el recorrer sus calles y sus bares, sus restaurantes y sus epicentros de atracción se volvió en pocos años algo común y corriente para colombianos y extranjeros.
En Cartagena entonces hoy se encuentra hoteles y comidas para todos los presupuestos. Da lo mismo caminar por Getsemaní o por el malecón de Castillo Grande vestido de harapos o de mechas traídas del más allá, pero desgraciadamente, como tampoco volvieron a preocuparse por la calidad de quien sea su alcalde o quienes la gobiernan, va precipitadamente a ser una repetición de las ciudades del interior, atiborrada de inseguridades y lentamente alejada de la tranquilidad que inyectan sus balcones y sus paisajes amurallados.
El aumento del número de asesinatos en las barriadas no se hace público ni parece preocuparles. Y el asesinato miserable del fiscal paraguayo no se midió en toda su intensidad como dañino a su imagen. En cambio hay un permanente interés de quienes la gobiernan de volverse el hazmereir de un país tomando medidas absurdas para combatir esa inseguridad o dizque cuidarle la cara de mostrar a la ciudad, hasta llevarla a su perdición.
La estupidez con que han manejado, por ejemplo, el lío del edificio Aquarela (que finalmente ni estorba ni causa daño ni visual ni arquitectónico) es igual a la torpeza con que pretenden implantar la moralidad nocturna en la Plaza de los Coches, donde se citan quienes ansían o viven del sexo y se junta el hambre con las ganas de comer.
Y ni qué decir de las manifestaciones coloniales, pero moralistas caducas, de quienes dicen llamarse Colectivos Somos Centro Histórico, histéricos porque entre el 12 y el 15 de junio se efectuará en alguno de sus centros de convenciones el Congreso Internacional del entretenimiento para adultos y el Cine Porno.
Todo ello hace pensar a veces que por defender lo que ya se acabó no se han dado cuenta de lo que en verdad tienen y deben proteger: la libertad y la seguridad con que se podía recorrer sus calles y gozársela.