Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
La super comunicación que ahora nos brindan las redes y las aplicaciones de internet parecieran que han perdido la sensibilidad y la conciencia que en otras épocas, de precaria intercomunicación, se enarbolaban como batallas de un mundo civilizado.
Estamos viendo desde hace años el crecimiento cruel y desmesurado del régimen nicaraguense, atropellando a sus opositores, cerrando las puertas de universidades e iglesias y señalando, en nombre de la izquierda universal, que su gobierno puede hacer lo que quiera en Nicaragua y quien se meta a criticarle es un lacayo del imperialismo yanqui.
Está bien que ya no se use la fuerza bruta de las armas para combatir a los usurpadores de los derechos civiles que el mundo aceptó después de la Revolución Francesa. Ya no están los Estados Unidos controlados por un presidente que patrocina golpes de estado en las republiquetas bananeras aunque si vemos a la antigua Unión Soviética enviando a sus mercenarios de Wagner a hacer la guerra con Ucrania y a manejar los países centroafricanos..
Pero que el Papa Francisco enmudezca ante el atropello a su religión católica, a sus iglesias y a sus universidades, a sus obispos y sus sacerdotes en Nicaragua, deja mucho que pensar Y, ¿ qué tal el silencio de las antiguas organizaciones de la sociedad civil que se ufanaban de defender los derechos humanos?.
Todos callan ante el sátrapa y su esposa hechicera mientras otros aplauden o enmudecen ante la entronización del medioevo en las cárceles de El Salvador. A Ortega no lo condenan y vetan porque es la representación de la izquierda mamerta que China y Rusia siguen patrocinando.
A Bukele no lo ponen contra el paredón de la opinión pública por tratar a sus presos como hacían Gengis Khan y los mongoles porque él simboliza la derecha sagrada que dizque va a salvar al mundo de las hordas comunistas que desde Oriente van a reaparecer. De ellos no se habla.