Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal
Los descubrimientos de los últimos meses en cosmología, gracias a lo que el telescopio Webb ha logrado trasmitir, son una cascada de nuevas noticias que todavía no han podido ser digeridas, pero algunas ya han servido para que los científicos de todas las épocas y los sabios amontonados en las universidades, se desplieguen con sus teorías sobre el origen del universo y las distintas consecuencias que ello tiene.
Si estuviésemos en otros tiempos ,cuando las religiones se daban cocas por el papa y los representantes de Dios en la tierra o estuvieran de moda los filósofos que organizaron al mundo o lo pusieron como hasta hace unos meses lo teníamos, la gran discusión debería ser entre los que creen que todo lo que se descubre es la manifestación verídica de la existencia de Dios y los que creen todo lo contrario usando, a su manera, las mismas teorías y descubrimientos del telescopio.
Lo que sí parece abrirse campo en las últimas semanas es que el universo es infinito y que el tal big bang no era como lo habían teorizado sino que provenimos de un universo anterior que se estranguló en un espacio tiempo inconmensurable para volverse otro universo, acaso similar al que existía antes de este en que ahora nos movemos como zombis, sin entender ni lo que ha pasado ni lo que pasa y mucho menos lo que pasará.
Como tal entonces, si venimos de un universo anterior corremos el riesgo de que quienes hoy lo habitamos tengamos nuestro duplicado en el otro, o en otros universos que hayan podido darse o estén a punto de seguirse verificando.
Eso tal vez resulte hasta inútil pensarlo pero me recuerda las visiones de otra dimensión que la esposa del doctor Rubén Aguilera Izquierdo veía entre medio del lujo que derrochaba en su casa del Alvernia en el Tuluá de mi infancia.
Quizás, como a ella le pasaba, el duplicado nuestro que tenemos en otro universo se nos aparezca algún día futuro con la ayuda de la inteligencia artificial y nos desbarate la ilusión.