Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal
No creo que debemos esperar el paso de los años ni el juicio de la historia para ir evaluando el altísimo costo que los colombianos hemos tenido que pagar para sostenerle el capricho a Duque de actuar equivocadamente con el régimen que gobierna a Venezuela. Desde el 2018 cuando Duque asume las riendas del país se hizo evidente que su meta era conseguir desestabilizar al gobierno de Maduro, tal vez siguiendo instrucciones de Trump o dejándose aconsejar del presidente Piñeira de Chile.
Ya habíamos soportado el efecto tremendamente negativo del cierre de frontera en 2015, lo que ocasionó el colapso de miles de empresas que exportaban a ese país y un hueco gigantesco en nuestra economía. Ya estábamos sintiendo el efecto de la oleada de venezolanos que huían de su país y salvo por las actuaciones de la Iglesia en su diócesis de Cúcuta, que acogía caritativamente a los que cruzaban la frontera, cuando llegó Duque al poder, todo se llevó al extremo y sin medir las consecuencias, casi de manera infantil, se prefirió atacar al régimen de Caracas buscando el derrocamiento de Maduro. Como tal se apoyó la posibilidad de que el diputado Juan Guaidó ejerciera espúreamente la presidencia y hasta se hizo el tremendo oso de pretender una invasión pacifica con un show televisivo en uno de los puentes que unen a Norte de Santander con Venezuela.
Todo ha sido un fracaso rotundo. Maduro sigue en la presidencia, Guaidó no ha podido cargar ni con su propia sombra. La ruptura total de relaciones diplomáticas y comerciales nos han ido costando a nosotros un ojo de la cara, o tal vez los dos, porque nos volvió ciegos a la realidad. Ya Duque se va a ir y Maduro sigue en el poder. Aquí hay 3 millones de venezolanos a quienes acogimos primero con resignación y después por ser una mano de obra barata, y ahora tratamos de repudiar, pero ya las cuentas reales comienzan a hacerse y la magnitud económica del daño infringido a nuestra economía es tan grande como la imbécil posición geopolítica a donde nos ha traído ese mal manejo ,generándonos cada vez más la posibilidad de que Rusia y China, por apoyar a Maduro nos hayan convertido en sus enemigos y hasta se nos metan no tanto en las fronteras como en las elecciones presidenciales de este año.
Hemos aceptado sin chistar que Petro es amigo de Maduro y que el viejito atarván de Rodolfo predique como promesa de campaña que el 8 de agosto restablecerá las relaciones con Caracas. Pero nadie, ni siquiera Petro, le sacan a relucir el altísimo costo de la equivocación a Duque y su combo.