En Cali existieron, hace muchas décadas, las señoras Borrero, grandes, gordas y culonas pero recias y llenas de plata.
Todas sufrían del corazón y coleccionaban infartos de manera para muchos psicológicamente enfermiza porque como no existían las UCI, nadie sabía como se salvaban. En ellas, tan gratamente recordadas, estoy pensando en estos días cuando veo que el gobierno Petro colecciona contradicciones como aquellas Borrero lo hacían con los infartos.
Lo que ha sucedido y sucederá con las tarifas de energía es inmarcesible. Mientras se busca bajar el costo y al tiempo suprimir la explotación de fósiles no se entiende como le meten un impuesto del 3% a la producción hidroeléctrica en la reforma tributaria petrista y, sobre todo, como le afrijolan un 6% en el Plan de Desarrollo a la producción de energía solar y eólica, espantando inversionistas y elevando costos a quienes insistan en usarlas o montarlas.
De la misma manera resulta inconcebible como el esfuerzo mayúsculo que había hecho el país por priorizar la industria del turismo se frenó de un tajo con los caprichos del ministro de hacienda y de la reforma tributaria petrista poniéndoles IVA a los pasajes aéreos, impuesto al consumo a los restaurantes y subiendo el costo de la tarjeta de ingreso a San Andrés.
Y ni qué decir de la cacareada marcha hacia adelante que íbamos a tener con el cambio que dirigiría el gobierno Petro cuando al renglón más nutriente del empleo privado, la construcción, le ponen trabas gigantescas, negándoles el subsidio con el cual comenzaron a levantar las 200 mil casas y, de paso, le arrebatan la opción de trabajo a 800 mil personas que laboran en todos los frentes de construcción de vivienda. }
De idéntica manera, pero tontamente, buscan la paz total decretando ceses al fuego inconsultos equiparando en el silencio de las armas constitucionales a cualquier grupo de guerrillos, paracos o bandidos con ejército y policía. Es el despelote total.