Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Algo debe estar pasando en Hidroituango. El que haya sido el mismísimo presidente Petro quien dió la voz de alarma cuando dijo que sin tomar medidas preventivas aguas abajo de la represa no podría ponerse en funcionamiento, nos obligó a pensar en medio de los remolinos generados por el alcalde con sus batallas permanentes con la verdad, que algo debe haber en el fondo del afán por encender las turbinas de la polémica hidroeléctrica.
Es una batalla desigual. De un lado está el alcalde Quintero que usó a Hidroituango para desnudar los negocios del GEA y ahora va de una petición a otra tratando de conseguir que el país le crea que los ensayos han sido bien hechos, que el éxito está a la vuelta de la esquina y que EPM prende porque prende la planta dentro del plazo previsto.
De otro lado está el gobernador Gaviria que aplicando la sensatez para disminuir el protagonismo histriónico del alcalde Quintero busca demostrarle al país y a Petro y a su ministra que es una injusticia cobrarle a Antioquia una multa cuando por esperar unos días y comprobar todo debidamente no se va a cometer un delito de lesa majestad.
Y, en el medio, la opinión pública, alimentada en sus temores por el aporreado orgullo antioqueño, aupada por las declaraciones que da más de un sabio sobre el peligro que representa encender esas turbinas y poner a temblar la tierra desde las fracturadas cavernas, pero a su vez esperanzada en que así Hidroituango haya costado mucho sacarla adelante será motivo de orgullo para cualquier colombiano.
Por supuesto, también están presente los enemigos de EPM que quieren verla patinar y los enemigos de Quintero que solo aspiran verlo meter las patas del todo y muchos colombianos que no se han alimentado con frisoles y arepa y miran por lo menos con desdén la prepotencia paisa.
Todo, unido al proceso real que sigue la obra por encima de complicaciones, hace a su vez pensar a muchos que Hidroituango está embrujado y que sigue vigente la maldición del cacique nutibara cuando les cortaron el puente de cabuya de Bremuco que unía el camino de Buriticá al Zenú por donde hoy han levantado la presa.