Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Roy Barreras es hoy por hoy el vallecaucano con más poder en la nación. Como es el mandacallar de este gobierno, aún por encima del ministro de Defensa, que parece ser el cerebro maquiavélico de todo el engranaje organizado y con metas previstas del petrismo.
Como Roy identifica muy bien el poder que significa ser el presidente del Senado. Y como también dió muestras de su espíritu de saltimbanqui escapando casi que milagrosamente del enredo de los petrovideos de la campaña y ninguna sospecha cayó sobre la posibilidad de que hubiese sido el mensajero soplón, pero sobre todo porque es a él a quien sin duda alguna en últimas se le responsabiliza de mover los hilos del gobierno y el Congreso a más de estár encargado de revisar las hojas de vida de quienes nombran y, en especial, de ser tan consueta del presidente Petro como médico acupunturista de las enfermedades inventadas o ciertas que el vulgo ha resuelto acomodarle al primer mandatario.
Por todo ello, ha terminado encumbrándose en su poderío. Pero aún así, su estilito de sabandija para pasar de un bando al otro, honrar y servir de turiferario de un presidente y después de otro bien diferente, lo lleva a mantener una actitud posuda muy identificable y a cometer ligerezas que donde existiera Moliére, ya lo habrían llevado a las tablas teatrales como el sublime ridículo.
El culmen de esa manía posuda lo pudo apreciar el país entero cuando el Congreso en pleno eligió a Carlos Hernán Rodríguez como Contralor. Apenas se dio el resultado de la elección, Roy con una premura más prostática que inteligente, cogió cortico-cortico al mesurado Contralor y delante de todas las cámaras de los medios noticiosos le tomó posesión y juramento.
Por supuesto que lo hizo saltándose la ley que obligaba a que el Contralor tomara posesión ante el presidente de la nación, como efectivamente lo tuvo que hacer al comienzo de esta semana. Obviamente el que Carlos Hernán Rodríguez haya jurado dos veces para el mismo cargo no es un delito pero si un pleonasmo.
Pero que no haya habido quien se burle del afán de Roy de hacerlo jurar y posesionarlo indica que la escuela que montamos con Peláez en La Luciérnaga ya no existe ni en los medios noticiosos serios ni en los espacios donde el rumor se vuelve una carcajada.
Después de este sublime ridículo, tan grande como el silencio de quienes no se atreven a criticar al nuevo gobierno, estamos obligados a pensar que de Roy se puede esperar cualquier cosa. Tenganle cuidado !