Se olvidan quienes marcharon con poco entusiasmo el martes para apoyar a Petro y quienes masivamente lo hicieron ayer para protestar contra la pretendida reforma a la salud, que quienes deciden sobre su futuro y el del país son los contratistas que disfrazados de hacedores de leyes han montado una cooperativa que llaman Congreso y no las calles o plazas que se llenen..
Son ellos, y no la familia presidencial repitiendo desde el balcón de la Casa de Nariño la fórmula mágica de Perón y Evita, quienes determinarán si aceptan o no la propuesta sobre el derecho fundamental de la salud que consagra la Constitución.
Son ellos, los congresistas que songo sorongo fueron volviéndose amigos o subsidiarios de las EPS, cuando las dejaron politizar, quienes indicarán que pasa y que no de esa ley.
El que haya un consenso pleno en que las EPS deben reestructurarse para que dejen de ser el negocio de unos pocos dueños y sirvan para de verdad distribuir responsabilidades y dineros con su rentable intermediación, no puede confundirse con los gritos fúricos en favor del presidente Petro y de su esposa o con las risotadas destempladas y desordenadas de los que creen que hablando mal del presidente o echando chistes flojos por redes sobre sus borracheras van a atajar los daños que puede causar esta ley donde se llegare aprobar tal cual la presentaron circensemente.
El país no puede echar reversa con la salud entregando las decisiones médicas y hospitalarias a un esperpento como él afortunadamente desaparecido Servicio Nacional de Salud.
Tampoco los que aprueben la ley pueden ser tan descarados que con su voto les vayan a entregar a los alcaldes y gobernadores, diputados y concejales el manejo de la salud porque estarían aprobando una ley que los favorece ilegalmente en sus aspiraciones políticas.
Es allí, en la responsabilidad o sinverguenzada que tienen ellos, los que deciden sobre el futuro de la ley, donde el país debe poner el ojo si quieren que esto no se despelote.