Gardeazabal

Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL

Aun cuando muchos de los que votaron por Fico y Rodolfo no lo acepten, la verdad es que este gobierno sí es de izquierdas. Lo que pasa es que no estábamos acostumbrados.

Las distintas variantes de la derecha oligarca que nos habían gobernado tenían el mismo esquema universal, primero actúan al pálpito o a su sapiencia, después miden la reacción y si la embarraron o causaron daño, convocan a una mesa de diálogo donde bajan temperaturas y a veces hasta echan reversa.

Anuncio

En los gobiernos de izquierda, como el que tenemos en toda la línea con Petro, el orden de los factores se invierte.

Primero se consulta, sea abren los diálogos, se dilatan las soluciones esperanzados siempre en que oír la voz del pueblo da más seguridad al adoptar la medida y, cuando ya se tiene más o menos una idea de lo que se quiere, se procede con la determinación.

Por supuesto ambos métodos tienen sus problemas y los zurdos pueden hacer perder la paciencia y dejar crecer el olor a anarquía cuando dan tan tantas vueltas y tratan de poner de acuerdo al populacho.

La confirmación de ese estilo de gobernar, que está exasperando a muchos, pero le abre caminos a futuro al cambio que se pregonó en la campaña y se quiere realizar de verdad, lo dio el presidente con su primer discurso a la nación.

Al abrir los casi 50 focos de concertación para escuchar las regiones y sobre esas conversaciones amplias y públicas elaborar después el Plan de Desarrollo, pone al país por unos días en las puertas de un mercado persa, pero corre el riesgo de encontrar soluciones a futuro mucho más amables y menos injustas.

Empero, como al mismo tiempo están atacando varios frentes y cada ministro parece rueda suelta y la línea del presidente poco o nada se alcanza a entender más allá de la satisfacción que él siente asustando a los colombianos (método que ha usado a lo largo de casi toda su vida política), la sensación que deja al grueso de la población y en especial a quienes no votaron por la izquierda es que el país les quedó grande y el desorden cunde.

Solucionar ese problema apaciguando los ánimos es muy fácil y ha sido usado por otros gobiernos similares en otros países: nombrar un vocero presidencial fuerte que oriente al país y pinte la línea gubernamental para no dejar crecer sueltas ni las interpretaciones de lo que diga Petro ni las declaraciones altisonantes de los ministros.