Gardeazabal

Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal

Salvo que se esté buscando crear un estado de conmoción nacional para poder suspender las elecciones de octubre y así no perderlas, las actuaciones del gobernante parecerían los palos de un ciego que no mide el despiporre que está formando.

La diana que desde Santa Marta tocó la semana pasada, el ministro de Minas, que representa a las Farc en el gabinete, es más una alerta sobre el corto circuito eléctrico que quieren que se nos venga encima.

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La determinación de estorbar la adquisición de vivienda y de frenarle el trabajo en la construcción a los miles de colombianos que sostienen sus hogares pegando ladrillo, es una ratificación que el odio presidencial no es contra los ricos, sino contra todos los propietarios.

La torpe negativa a asumir el fenómeno del empequeñecimiento del consumo de los hogares durante 10 meses continuos , se está volviendo insultante.

La convocatoria a la calle que hace nuevamente el presidente para que el 27 marchen a favor de sus reformas es mucho más que una provocación, es una terquedad absurda en creer que el país apoya el desbarajuste.

El ataque despiadado contra toda la organización del fútbol metiendo en la misma bolsa a culpables e inocentes, es una búsqueda insaciable de encontrar como joderle cualquier deleite o ilusión al colombiano común y corriente.

El deseo de desbaratar todo para volver este país un estadio en donde se acumulen las arrevesadas maneras de entender la economía con el ferviente apetito de vengarse de quienes no le dejaron tomarse el poder por la vía armada, parecen más las pataletas de quien se siente ahogado en el fracaso.

No cabe entonces otra esperanza que la de aceptar que todo es una montonera de bestialidades dañinas para salvarse de una derrota electoral y que aquí, como siempre, no pasará nada porque nos acomodamos a lo que sea y hasta somos capaces de digerir un mal gobierno como el de Petro en vez de vomitarlo.