Gardeazabal

Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL

Desde muy niño, y ahora ando por los 77, he comido uva Isabella. Cuando en la Galería de Tuluá no vendían sino de esas uvas terrígenas americanas, porque las dulces y moscatel que traían de Europa, y no llegaban pichas, apenas si se conseguían en la Casa Rosada en Cali, nos parecían iguales a los manjares caros y escasos de los citadinos pero totalmente inalcanzables para los pueblerinos.

Cuando era estudiante en la primaria nunca bien recordada  en el colegio de los Salesianos, uno de los compañeros de apellido Hoyos, que viajaba todos los días en TransOcampo desde San Pedro, y se pagaba el pasaje vendiendonos de esas uvas ácidas, negras pero de una sabor y un tono inolvidables nos las ponía a la mano.

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No he dejado de comerlas y desde lejos, aplaudiendo muchas veces con frenesí de amigo viejo, he contemplado todos los esfuerzos que la familia Picciotto, primero con Don Rafael y desde hace 50 años con Daniel, han estado haciendo para manejar el sumo de esa uva ya sea con vinos de batalla, con jugos esporádicos o con científicos y enólogos atrevidos patrocinando su cultivo en tierras vallecaucanas y en su fábrica del barrio Salomia en Cali bajo el sello de Domecq.

Muchas veces no estuvieron cerca del éxito, pero tantas vueltas da el cántaro hasta que por fin se rompe y esta semana la noticia llegó para llenarnos de orgullo a los amigos de la Isabella ( que se cultiva felizmente también en el Huila y en Boyacá). Fue exportado a la China el primer contenedor de vino Isabella hecho por los Picciotto en el Valle del Cauca, concesionarios de Domecq y dueños colombianos de los vinos Undurraga de Chile.

Y, al mismo tiempo han iniciado las catas del lambrusco Isabella espumoso, un vino tinto que se envasa como champán, se sirve bien frío y desde que se destapa nos trae los olores recónditos de las Isabellas que nos comimos en las infancias. Para llegar a la China han pasado por los rigurosos exámenes de calidad y sanidad que los nuevos dueños del mundo exigen y las han superado de sobra.

Para conquistar el mercado colombiano con el lambrusco Isabella, burbujeante y vigoroso, están siguiendo los pasos que el mitológico John Restrepo abrió hace 70 años distribuyendo su vino Cariñoso en todos los rincones de la patria, adelantándose al chance que terminó haciéndolo igual por toda la geografía nacional.

Como colombiano optimista en medio de los arreboles. Como vallecaucano que he librado batallas de apoyo a los cultivadores de uva. Pero, sobre todo como patriota, me siento feliz de ver la Isabella de la tierra nuestra en los paladares de tantos millones de chinos