Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Hoy será recibido en la Academia Francesa, cenáculo cimero de la intelectualidad mundial, el escritor peruano Mario Vargas Llosa. Es no solo el primer hispanoamericano en llegar a ese recinto sino el primero en ser coronado con el laurel eterno sin haber escrito directamente en idioma francés.
Méritos le sobran. Sus novelas trascendieron al más allá en medio de la batahola de influencias que creó el editor Carlos Barral para consagrar al boom. Pero así haya obtenido el Premio Nobel y otros máximos galardones, hoy se le corona como el gran emperador de la literatura hispanoamericana.
No tendrá como Napoleón a su Josefina para que le coloque la corona en sus sienes porque la Presley apenas lo acompañó hasta hace un mes. Pero en reemplazo estaremos tantísimos de sus lectores de todo el mundo y de todos los idiomas aplaudiendo en lejanía el momento supremo.
Entonces, en ese instante con orgullo, recordaré cuando en 1974 me atreví a invitarle a que nos acompañara al Congreso de Literatura Hispanoamericana que celebramos en el Museo La Tertulia y la Universidad del Valle y él, cargado de simpatía y benevolencia, terminó en mi apartamento de la calle 9 en el Alameda llamando a hurtadillas a la última novia que se había conseguido en el buque que lo trajo de regreso de Barcelona a Lima unas semanas antes.
Después volví a invitarlo para que honrara el evento literario que organizaba la Revista Vivencias y acudió con el mismo afecto de siempre. Pero hoy, cuando reciba la corona como el más grande de la literatura continental recordaré que estando preso por haberle vendido una estatuilla a la mujer de un capo de la mafia caleña, Vargas Llosa vino a Cali a entregar un premio del Festival de Arte que organizaba Amparo Sinisterra y solicitó visitarme en la cárcel.
Belisario Betancur, que en paz descanse, se lo impidió porque siempre fue vergajo antes que católico. Vargas se desquitó en una Feria del Libro en la Florida unos meses después y desde allá me dio el apoyo público que el expresidente consideró inoportuno que me diera en la prisión.