Gardeazabal

Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL

Lo sucedido la semana anterior alrededor de Cristina Kirchner, la vicepresidente de la Argentina, ha sido interpretado de diversas formas y, como es obvio en estas calendas de los algoritmos y las redes irresponsables y anárquicas, ha puesto a pensar a muchos en el mundo desde la existencia de una protección sobrenatural hasta en la de una farsa muy bien montada.

El hecho es que delante de las cámaras de tantos celulares que la fiebre de” todo se debe grabar” estaban como ojos avizores alrededor de la vicepresidente argentina, vimos como un hombre, con gorro y tapabocas accionaba una pistola contra la cabeza de la mandataria sin que se oyera el estallido de la bala al salir ni mucho menos que le volara los sesos para horror y espanto, como si vimos cuando le dispararon a John Kennedy aquella tarde de noviembre en Texas.

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Quienes saben de armas nos han explicado que esa clase de pistola Bersa 380 es semiautomático, que funciona como una de doble acción solamente para el primer disparo, efectuando las demás en acción simple. Como tal entonces existe la posibilidad de que quien la accionó no la haya cargado y al hundir el gatillo no saliera ninguna bala.

Pero dentro de las leyes de probabilidades el que eso haya sucedido es tan bajo que precipita las versiones funambulescas de que Cristina está protegida por la Divina Providencia o por algún santero cubano que la haya rezado. O que si el sicario hubiese sido colombiano no habría fallado. Pero también, según las feroces lenguas viperinas brasileras, que se trató de una pistola de agua y que ella cuando se pasa la mano por su frente un instantes después de que la pistola aparece en el cuadro de la escena, es porque se estaba limpiando el agua que le había salpicado.

Cualquiera que haya sido la verdad del asunto, por exagerado o no que aparezca su interpretación, lo cierto es que sobre ese atentado se construye de manera inmediata y muy bien montada, una reacción para victimizarla, ponerla a salvo del fallo condenatorio que los jueces le pueden dar por enriquecerse junto con su marido y usarla como palanquín para arremeter contra sus rivales políticos y aplastarlos en vísperas electorales.

Todo entonces se complica y exige un desarrollo de la investigación y una búsqueda de verdades en las cuales las redes y el exceso acucioso seguramente nos darán la respuesta en breve. Esperémosla.