Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Popayán ha hecho de sus procesiones un rincón del recuerdo de su hispanismo a ultranza y una forma, entre elegante y decimonónicamente pasada de moda, de presentarse ante los ojos de Colombia y el mundo como una ciudad turística repleta de tradiciones.
Como pese a todo lo que ha pasado, y sobre todo lo que le está pasando con el oleaje inatajable de los dineros narcos en sus estructuras, su comportamiento y sus ambiciones, Popayán sigue siendo orgullosamente la ciudad blanca y su hidalguía no se pierde porque hábilmente la han conservado diez o doce familias de apellidos sonoros en la historia patria, tampoco le da ni risa ni vergüenza ser un remedo estrambótico de la España de Felipe II en medio de las camionetas de última gama y las mansiones modernas irritantes.
Así y todo, para salvaguardar sus blasones, entregó hace rato, con la venia de los arzobispos, la organización de las procesiones de Semana Santa a una Junta que a más de mangonear al estilo caduco, no reconoce variantes ni religiosas ni tradicionales distintas a las que hace siglos establecieron para salir con los pasos por las calles inolvidable de la eterna Popayán.
Para contrariar ese estilito fastidioso heredado quizás de los conventos y del poder eclesiástico, el arquitecto Luis Eduardo Ayerbe comenzó desde hace años a reconstruir, primero teóricamente y en los últimos años físicamente, la procesión del Lunes Santo, que había dejado de celebrarse desde los primeros años del siglo XX.
Contra sirios y troyanos, sotanas y decretos, zancadillas patojas y aversiones inquietantes, Ayerbe volverá a sacar después de la pandemia que se la suspendió dos años seguidos, su procesión, que según sus estudios históricos era la” Procesión del Pueblo”, en una ciudad de blancos hirsutos y de abolengos clasistas y racistas.
Sus andas, empotradas en reliquias y obras de arte contemporáneo, las guarda casi todas en su increíble Museo en la Casa Arboleda, frente la Casa Mosquera. Su organización es igual a las otras procesiones aun cuando no le han faltado los deseos de invitar a la negra Francia Márquez para que vaya de sahumeadora y contraríe el sentimiento clasista que aún persiste en Popayán.
Acudir entonces a presenciar esta procesión o a marchar en ella , este próximo lunes, con los cirios encendidos rescata un eslabón perdido y abre la posibilidad de que los ninguneados de la capital caucana se sientan dueños de una partecita de la vieja tradición.