Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal
No todo es malo en este gobierno dislocado. Haber oído la necesidad de los nariñense de no depender del combustible que llega por carrotanques desde Yumbo y habilitar los depósitos de reserva y las facilidades portuarias para hacerlo a través de Tumaco, es prevenir las consecuencias mayúsculas de un nuevo derrumbe en Rosas que aislaría otra vez al sur de Colombia.
Desplazarse el presidente a gobernar desde el Pacífico por una semana,es ponerse en contacto con la región que votó en mayor porcentaje de su población por su candidatura y, en especial, darse cuenta de las siempre irresolutas necesidades de lo que hoy dominan la coca y la minería ilegal y, por ende, sostienen el aparataje de las bandas armadas.
También, aunque no es bien visto por algunos puritanos de la izquierda y menos por los siempre nuquivolteados de la derecha, que no miran hacia adelante ,la idea expuesta por Petro de volver a consolidar la unión de los partidos de izquierda que le apoyaron para ser presidente,no solo está cargada de lógica sino que abre la posibilidad de reparar el toldillo que les pusieron para llevarlos esperanzados tras un cambio que resultó mas peligroso que la realidad.
No es un error agrupar de nuevo a los comilitones del erario ,quienes en vez de ayudar a gobernar patean con ignorancia hasta en un partido de fútbol.
Pero sobre todo, es bondadoso para el futuro porque busca eliminar las envidias por el tamaño de la torta que les dieron y se reparten.
Por supuesto para que ese nuevo Pacto Histórico se consolide, deben ir aflorando ya los candidatos para la contienda del 26. Y es evidente que en eso Petro va también adelante proyectando desde ya al ministro Lizcano y a la imperturbable Laura Sarabia como las dos opciones a enfrentar para luego aglutinar.
Para entender la razón de esta hipótesis, basta seguirles los pasos siempre protegidos que dan y medir sus orígenes político alejados de los 11 grupúsculos de izquierda que le hicieron presidente a Petro.