La historia se repite eternamente. Volvieron a matar la gallina de los huevos de oro y, sin necesidad de apelar a detectives de novela, todos los colombiano sabemos que los culpables de esta estupidez fueron el presidente Petro, su ministro de Hacienda José Antonio Ocampo y los contratistas que fungen de congresistas en este país.
Ellos, y solo ellos, ahorcaron el futuro de la patria suicidando el emprendimiento que iba viento en popa: el turismo. En la imbéciloide reforma tributaria en la que todos ellos intervinieron, le pusieron Iva a los pasajes aéreos y a los hoteles e impuesto de consumo a los restaurantes.
Le torcieron el pescuezo a la gallina y cuando el ministro de Transporte descubrió la causa de la quiebra de las empresas aéreas y las afugias que están pasando los hoteles sin pasajeros y los restaurantes sin clientes, y propone en un acto sensato que se le pedirá a la cooperativa de contratistas mal llamada Congreso que revoque la medida, sale el gran promotor del asesinato de la gallina de los huevos de oro, el ministro de Hacienda, enemigo acérrimo de la clase media, a decir que su Reforma Tributaria Petrista es intocable dando a entender con su olímpica actitud que poco o nada le interesa que ese renglón de la economía se vaya de culos.
Ya lo habíamos advertido aquí cuando la genialidad coral de Irene y Petro salieron a cantarnos que los dólares que no se recibirán por cerrar pozos de petróleo y gas, se podían recibir a borbotones con el turismo.
Los muy descoordinados no se habían dado cuenta que las herramientas para el crimen de la gallina de los huevos de oro estaban en la Reforma Tributaria Petrista que aprobaron.
Está bien que doña Irene insista ingenuamente en que para ser ejemplo del mundo Colombia suprimirá su mínima cuota parte de producción de combustibles fósiles. Pero que al mismo tiempo ahorquen la gallina de los huevos de oro del turismo y promuevan a través de esa tabla de impuestos la quiebra de San Andrés, de aerolíneas y de hoteles y de restaurantes y todos los negocios paralelos, no es una estupidez, es un delito de lesa humanidad.